Hay
palabras que nunca deberían pronunciarse, porque son la mentira absoluta, sin
paliativos. Ahora bien, una vez pronunciadas, al menos, deberían servirnos para
alertarnos de la presencia del mal entre nosotros, porque evidencian esta
presencia de un modo doloroso e irritante.
Escuché
ayer al señor Otegui decir, con claridad y convicción, que el fascismo no tendrá
escaño en el parlamento vasco, refiriéndose al PP en concreto, y de paso a todo
aquel que no piense como él.
Entiendo
que a cualquier persona honesta, sea de la ideología que sea, si está en su
sano juicio, estas palabras sólo le pueden provocar indignación, tristeza, rabia
y la más profunda repulsa. Y si no está en su sano juicio, que los hay, unas
inmensas ganas de hacerle beber el cálíz que él ha hecho beber a tantos. En
otras palabras, a más de uno le habrán entrado ganas de pegarle un tiro.
Y
provocar este sentimiento en gente que por mil motivos no acaba de tener la
cabeza “bien amueblada” es uno de los objetivos de este tipo de personas, con
la esperanza de fabricar un mártir que dé un tinte de certeza a su enfermiza
deformación de la realidad. A la vez que exacerban a los suyos para que alguien
se decida a convertirse en héroe y víctima, lanzando una piedra, por ejemplo, a
alguien que no es de su cuerda por el simple hecho de no serlo.
Son
sembradores de odio, enemigos de la libertad, adalides de la injusticia,
aniquiladores de vida. Y lo son literalmente, no en sentido figurado. Hacen
daño, un daño inmenso, incalculable.
¿Cómo
defendernos de ellos? En una democracia sólo con las urnas y con el constante
fortalecimiento de esa democracia. Y la forma de fortalecer una democracia es
tomarse muy en serio la educación sin manipulación; la cultura en libertad, no
la del régimen de turno; y la justicia social como el sustrato necesario para
que la educación y la cultura florezcan.
Pero
no es por ahí por donde avanzamos, pienso yo. Y a no ser que uno haya
hipotecado su pensamiento renunciando a su capacidad crítica,
se dará cuenta de esto.
Desde hace ya años, entre unos y otros han
conseguido que haya de nuevo rojos y azules. Triste logro. Y en esta coyuntura,
si no queremos que individuos como el arriba mentado siga ensuciando el mundo
impunemente, es urgente que, sea cual sea nuestro color, reconozcamos que
ninguno tenemos la verdad absoluta, y desde luego un asesino nunca la tiene, ni
absoluta ni relativa. Que seamos capaces de pensar por nosotros mismos y expresar
nuestros planteamientos razonada y respetuosamente; y votar en consecuencia.
Pero
no veo que vayan por ahí los tiros. Y aquí la palabra tiros, sí está utilizada
en sentido figurado.
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