No es
la primera vez que me ha pasado en mi vida, pero me alegra y me tranquiliza. Llevo
tiempo comprobando cómo no estoy solo en esto de respetar y cuidar el medio
ambiente.
A más
de uno le puede sorprender esta introducción, pues todo el mundo tiene conciencia
de ser muy ecológico y respetuoso con la naturaleza que nos rodea, y puede
pensar que soy un “pirao” con una honda deformación de la realidad al creerme muy
solo en esta “cruzada”.
Solo
no, pero somos pocos, muy pocos, aunque parezca lo contrario, porque lo que
sucede es que existe una preocupación por nuestro entorno natural según las
directrices de los ideólogos del régimen y de los políticos, con la inestimable
colaboración de los medios de comunicación. Y una de las características de
esta preocupación es la no proximidad, que se dice ahora. Es decir, nos
preocupan asuntos ciertos y preocupantes, pero que están lejos de nosotros, y
además sobre los que tenemos muy poco margen de actuación, y sobre todo, que en
nada afectan, de momento, a nuestro día a día.
Por
ejemplo, puede preocuparnos mucho el futuro de las focas de Madagascar,
suponiendo que en Madagascar haya focas, pero importarnos un bledo lo que está
pasando justo al lado de casa. Sobre todo porque si me preocupara de verdad
eso, igual tendría que cambiar ciertas rutinas de mi vida.
El
hecho incuestionable es que la naturaleza está sufriendo severas agresiones. Una
de las más graves es el deporte. Y sé que el decir eso no vende, no queda
“mono”, entre otras cosas porque aporta cierta vidilla al medio rural, pero esa
vidilla es pan para hoy y hambre para mañana. El mundo rural, la España vaciada
que se muere, se aferra a un clavo ardiendo, como haríamos cualquiera, por eso
entiendo, aunque no comparto, muchas de las iniciativas para sobrevivir que en
muchos pueblos se ponen en marcha.
Pero
hay indicios de que algo se mueve. Leí hace poco que el parque natural del
Guadarrama, ya lo dije en una anterior entrada, va a regular por ley las
actividades deportivas restringiéndolas severamente; carreras de montaña,
bicicleta, esquí, senderismo, escalada… Aquí al lado, en las Rodanas, o en la
sierra de Chiva, han prohibido el paso de bicicletas por los senderos, aunque
nadie hace caso, pero prohibido está. En el Pirineo hay una campaña en contra
del heliesquí y el helibike, es decir, de subir al personal en el helicóptero a
una cima para que bajen en bici o esquiando. En Olocau, algún buen hombre se
dedica, y yo le ayudo sin saber quién es, a poner piedras tratando de cerrar
los atajos que hacen muchos de los que andan corriendo por los montes y reventando
así los senderos…
Las agresiones
que la naturaleza está sufriendo a causa del deporte son de unas dimensiones
descomunales, pero casi nadie dice nada. El angustioso intento del mundo rural,
que como ya he dicho, se coge a un clavo ardiendo para sobrevivir; la
inconsciencia e ignorancia de muchísima gente;
los negocios que giran alrededor de todo esto; la complacencia e
irresponsabilidad de los políticos que no se atreven a poner el cascabel al
gato, porque perderían votos; y el hecho de que el medio ambiente, en realidad,
importa un bledo aunque uno diga ser muy ecologista, son algunas de las causas
de esta situación.
No soy
optimista. Al cambio climático, al deterioro de la capa de ozono, al
despilfarro y mala distribución del agua, a la desertización por
sobreexplotación del suelo, a los incendios forestales, añadimos, entre otras,
los excesos y abusos del deporte en el medio natural.
Porque
realmente, la obligación de legar a nuestros hijos un mundo mejor del que
recibimos no la estamos cumpliendo. Y la prueba está en ese señor que va con la
bici por un sendero por el que su hijo no podrá ir, porque será una zanja. O
ese otro, que va a saltos, haciendo atajos por un entorno verde que tampoco su
hijo conocerá porque será un pedregal.
Si la
gente no es capaz de ver esto que lo tiene a la vuelta de la esquina, cómo va a
tomarse en serio otros grandes problemas que conocemos porque nos los cuentan,
y cuyos efectos nos parece que poco tienen que ver con nuestra vida.
Por
eso no soy optimista.
En una cima del valle de Pineta vi por primera vez estas pegatinas de una campaña contra estas dos aberraciones. Caras y muy agresivas contra el medio ambiente. |
En Francia, al pie del Midí, prohíben el acceso a bicicletas. A destacar el dibujito donde resaltan los tacos de las ruedas que rompen el terreno sobre todo en los descensos. |
En Olocau, alguien, por cuenta propia, las autoridades se inhiben, se dedica a poner pequeñas barreras con piedras para evitar que hagan atajos. Se las saltan o las rompen. |
Tímidos intentos de las autoridades por evitar estos desmanes, pero tan tímidos, y sin ningún tipo de seguimiento, ni mucho menos de sanción, que no sirven para nada. |
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