Los
humanos de a pie, porque los hay de monopatín, de carroza y angelicales,
necesitamos que se nos expliquen las cosas con serenidad y sensatez para no
caer, por estar muy pero mal informados, en posturas radicales y simplonas.
Digo
esto a propósito de un libro que me regaló Isabel, titulado La tierra herida,
de Miguel Delibes, que es una interesante y amena conversación entre Miguel
padre, escritor y cazador, amante de la naturaleza y del mundo rural, y su
hijo, también Miguel, doctor en Ciencias Biológicas y miembro del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas.
Llegados
a este punto, sé que alguien puede pensar que ser cazador y amante de la
naturaleza es incompatible. Claro ejemplo este pensamiento de postura radical y
simplona, por falta de información veraz, serena y sensata.
Pero
no es de esto de lo que quiero hablar ahora. Quizá otro día me atreva. Hoy sólo
quiero hablar de un aspecto del cambio climático en el que no había caído en
la cuenta y que, aparte de ser interesante, demuestra la complejidad del fenómeno
al que nos enfrentamos.
Hablan,
padre e hijo, en esta conversación, del desajuste que está provocando entre los
seres vivos, sean plantas o animales, el calentamiento del planeta. Porque
están los que regulan su ritmo vital por la temperatura, y los que lo hacen por
las horas de sol.
Ya
habréis llegado a la conclusión. Las horas de sol, no han cambiado. La
temperatura sí. Y aquí está el problema, un problema que puede llegar a
provocar la extinción de plantas y animales.
Ponían
el ejemplo de un pajarillo, el papamoscas cerrojillos,
cuyos pollitos nacían a primeros de junio, cuando abundaban las orugas de las
que sus padres les alimentaban. Los pajarillos siguen guiándose por las horas
de luz. Las plantas que albergan a las orugas, por el aumento de temperatura,
crecen y florecen antes, y con ellas las orugas. Ahora lo hacen a principios o
mediados de mayo. El desajuste es evidente. Muchos pollitos de papamoscas
mueren de hambre, porque ya no quedan orugas cuando nacen ellos.
Y como
estos hay muchos más ejemplos. Y el problema es que esto va a más. Por eso no
solo el calentamiento global es un problema muy serio, sino que es además mucho
más complejo de lo que pueda parecer.
No
solo es que va a hacer más calor, ¡huy qué bien!, dirán los frioleros; es que
las consecuencias son tantas y tan diferentes que pueden cambiar totalmente el
mundo que conocemos. Y nuestro modo de vida.
Supongo
que aún compartiré más cosas de las que vaya descubriendo en este libro que
estoy leyendo, que recomiendo a quien tenga una preocupación seria, y no ideológica, por la naturaleza en la que vivimos.
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