FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

viernes, 5 de junio de 2020

La aurora de Nueva York.



Federico García Lorca cumple hoy 122 años. Y digo que cumple hoy, porque estoy convencido de que es así. La literatura rompe las barreras del tiempo y del espacio y permite que alguien con quien nunca coincidimos ni en lugar ni tiempo alguno, entre en casa y se siente junto a nosotros cuando leemos sus palabras. Es bonito pensar esto.
Como humilde homenaje a este maestro de la literatura, voy a compartir un poema de su libro Poeta en Nueva York, sencillamente impresionante. Un libro en el que denuncia ese modo de vida, para tantos deseable, pero que él encuentra oscuro y sin raíces.
Pese al lenguaje surrealista, no es difícil de entender, pues la fuerza y la contundencia de las imágenes, pintadas con un asombroso juego de palabras, hablan por sí solas.

La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.

La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.

La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.

Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.

La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.

Se le quitan a uno las ganas de ir a Nueva York, ¿verdad? Impresionante la forma de describir el impacto que le causo esta ciudad.
La aurora, palabra de por sí bonita, asociada a la luz de un nuevo día, está rodeada de cieno y envuelta por violentas bandadas de palomas negras que chapotean en las aguas podridas. No hay blancas palomas volando en el cielo azul y limpio.
Por eso la aurora gime, arrastrándose por la geometría dura de un mundo de cemento, acero y cristal. Angustia, agobio. Y a esa terrible aurora no le espera nadie, no le saluda nadie, porque la aurora nos abre al futuro y allí no hay futuro.
Manda el dinero. El amo y señor. Amo y señor sin compasión. Ni los niños quedan a salvo. Es terrible la imagen: "A veces las monedas en enjambres furiosos taladran y devoran abandonados niños". Siempre me ha impresionado visualizar estas palabras durísimas. Niños abandonados, taladrados y devorados por las monedas, en enjambres furiosos. Por el dinero. Da escalofríos.
Y los que sobreviven saben que no van a ningún lugar digno de ser habitado. Han experimentado en lo más hondo de su ser "que no habrá paraísos ni amores deshojados". ¡Cuánta verdad hay en la descripción de ese mundo cenagoso de "números y leyes, de juegos sin arte, de sudores sin fruto!" Tan parecido al nuestro. ¿O es el nuestro?
Un mundo oscuro, siniestro, donde la luz queda sepultada por cadenas y ruidos que  imponen un reto impúdico, sucio, de ciencia vana, hueca, sin raíces.
¿Y qué hace las personas en una ciudad así, en un mundo así? Vagar vacilantes, insomnes, "como recién salidas de un naufragio de sangre". Brutales también los últimos dos versos.
No, a Lorca Nueva York no le gustó, y sintió la necesidad de denunciar lo que allí vio. Y pienso que lo que allí vio se parece demasiado al mundo en el que vivimos; en unos ambientes más que en otros, desde luego, pero se parece demasiado.
Y para no acabar de modo tan negro, voy a decir que un buen amigo mío visitó hace algún tiempo Nueva  York y le gustó, le gustó mucho. Pero creo que todo lo bueno que pueda tener esa ciudad, que lo tiene, no debe hacernos olvidar que ese Nueva York negro, del que habla Lorca, al que denuncia, símbolo de nuestro mundo, también existe.
Como Teruel.

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