No me
gusta hacer leña del árbol caído, ni hurgar en heridas, y mucho menos para
hacer negocio con ello. Me parece algo no sólo moralmente inaceptable, sino de
un tremendo mal gusto y muy desagradable.
Hablo
de la publicidad a la que nos tiene acostumbrados el señor Matías Prats que,
con su voz persuasiva y convincente, embauca a millones de personas que se fían
de él. Y lo hace de un modo que me atrevo a llamar obsceno.
La
última perla que nos ha regalado es ese anunció en el que empieza diciéndonos
si nos acordamos de lo que estábamos haciendo hace unos meses, mientras se ven
unas imágenes de gente feliz y despreocupada, pasándolo bien; para luego
vendernos que podemos pagar el seguro del coche mes a mes, porque nunca sabemos
qué puede pasar. Y con un gesto, que se me antoja irritante, nos recuerda el
desastre del que aún no hemos salido.
Y el
caso es que eso es cierto. Nos vino el palo sin esperarlo, y no sabemos cuándo
dejará de golpearnos; ni siquiera si cuando pase este vendrá otro. Eso lo
sabemos todos.
Y el
ser conscientes de esto, duele, molesta, genera incertidumbre, ansiedad, un
miedo turbio al futuro que no te deja vivir en paz. Y ahí, justo ahí, en el
árbol caído de nuestra confiada alegría de hace unos meses, en la herida que
todo esto nos ha hecho, y sigue haciéndonos, apoya su argumento para vendernos
el producto.
Podía
haber dicho: ¡Imbéciles! ¿No veis que no hay nada seguro? Nosotros os
ayudaremos a vivir en vuestra vulnerabilidad y vuestra incertidumbre. Y cuanto
más vulnerables os sintáis, y más os agobie la incertidumbre, más beneficios
obtendrá la empresa de la que os hablo. Y por consiguiente, yo mismo.
¿Te
duele? Pues ahí meto el dedo para hacer mi negocio. Ese es el planteamiento. Y
es importante que siga doliendo. Porque la idea de pagar mes a mes no es mala,
como otras muchas que ha habido y habrá para ayudar a la gente a “tirar
palante”, pero hurgar en la herida para mantenerla abierta y justificar así mi
intervención sanadora en la vida del herido, es sencillamente repugnante. El
problema no es el producto, sino el cómo lo venden.
Es lo
que pienso de este hombre, de la empresa que publicita y de la agencia
publicitaria que, al margen de todo principio moral, idea y realiza tan deleznables
anuncios.
Y sé
que lo único que puedo hacer, aparte de escribir esto, es no tener nunca nada
que ver con todos esos señores, ni con sus productos, por buenos que sean. Y
nada más, lo cual lamento.
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