FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

martes, 16 de julio de 2013

Oda a la vida retirada, de Fray Luis de León.

Qué descansada vida la que huye del mundanal ruido...

Recorriendo caminos y senderos, que es lo mío, en ocasiones, llego a lugares de éstos que rápidamente me envuelven en una suerte de embrujo. Tienen algo, algo que me toca hondo. Son como puertas entreabiertas apenas a otra forma de vivir. Y entonces me paro, contemplo, me asomo, me entrego...

Y siempre, en estos momentos especiales, me vienen a la mente las bellísimas palabras de Fray Luis de León, en su inolvidable “Oda a la vida retirada”.

Entonces saboreo sus palabras, las entiendo profunda y cabalmente, y las hago totalmente mías.

¡Qué mal nos lo hemos montado! ¡Cómo la ambición, la envidia, la vanidad, el orgullo, el dinero, acaban arrastrándonos, imperceptible pero eficazmente, hacia una vorágine de acción sin futuro posible, sin futuro digno!

Me encanta el deleite que le produce al poeta la naturaleza y la vida en ella; comparto ese deleite. Y siento en carne propia las palabras de estos versos que transcribo en forma de  prosa: “no quiero ver el ceño vanamente severo de quien la sangre ensalza o el dinero”, y  de esta otra estrofa  “y mientras miserablemente se están los otros abrasando con sed insacïable del no durable mando, tendido yo a la sombra esté cantando”. Lo intento, siempre que puedo, que me dejan, de verdad que lo intento.

A continuación, tenéis algunas estrofas del poema. Si lo queréis leer entero pulsad el siguiente enlace: Oda a la vida retirada.

¡Qué descansada vida
la del que huye el mundanal ruido
y sigue la escondida senda
por donde han ido los pocos sabios
que en el mundo han sido!

¡Oh monte, oh fuente, oh río!
¡Oh secreto seguro, deleitoso!
Roto casi el navío
a vuestro almo reposo,
huyo de aqueste mar tempestuoso.

Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de quien la sangre ensalza o el dinero.

Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido,
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.

Del monte en la ladera
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera,
de bella flor cubierto,
ya muestra en esperanza el fruto cierto.

Y como codiciosa
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.

Y luego sosegada,
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo,
y con diversas flores va esparciendo.

El aire el huerto orea
y ofrece mil olores al sentido,
los árboles menea
con un manso rüido
que del oro y del cetro pone olvido.

A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me basta, y la vajilla de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.

Y mientras miserable
mente se están los otros abrasando
con sed insacïable
del no durable mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.

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