FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

lunes, 15 de febrero de 2021

Escalofrío, un texto magistral.

Entrada a Chulilla desde el río.

Hay un capítulo de Platero y yo, el cinco, que inevitablemente recuerdo siempre que llego a un pueblo de noche tras, una excursión. Es uno de los capítulos que leía a mis alumnos porque me daba mucho juego para trabajar con ellos tanto lo que decía como el cómo lo decía, y porque es un texto absolutamente perfecto y bellísimo. Y he de decir que a menudo reconocían esa perfección y esa belleza, y yo me daba cuenta. Y gozaba de ello.

Habla de que un día de marzo están él y Platero en el campo y se les hace de noche. Regresan al pueblo por un húmedo camino entre vallados y huertos de naranjas. Alguien se esconde a su paso. La noche es clara, limpia, fría. Pasan bajo un almendro en flor iluminado por la luna llena; la descripción es impresionante. Cruzan un arroyo. Un escalofrío, ¿miedo, el relente de la noche? Es miedo, pero ya se acercan a la tibieza, a la seguridad del pueblo, y les parece que nunca llega…

A mí no me da miedo el monte, haya o no haya luz, pero eso no significa que cuando ando solo por un sendero en la noche, me resulte agradable llegar al pueblo, incluso ahora, que suelen estar solitarios y tristes. Pero hay luz en las calles por las que a veces camina algún transeúnte con la angustiosa mascarilla y por las ventanas se ve vida en las casas.

Leedlo y observad cómo es capaz de hacernos sentir la sensación de un escalofrío, la sensación de miedo. Cómo describe el ambiente, noche, luna grande y redonda, estrellas, flores, aroma a naranjas, arroyo, humedad, frío. El uso de los puntos suspensivos es magistral, haciendo que, de algún modo, acabemos cada uno las frases que él no acaba. Y es lo que hago yo cada vez que lo leo, haciendo también mía su experiencia, compartiéndola ambos. En este capítulo, el lector se convierte también en autor de un texto "escrito" entre ambos.

Por eso, mis entradas a los pueblos por la noche, se convierten para mí en literatura. Y esto es un valor añadido a cada excursión.

La luna viene con nosotros, grande, redonda, pura. En los prados soñolientos se ven, vagamente, no sé qué cabras negras, entre las zarzamoras... Alguien se esconde, tácito, a nuestro pasar... Sobre el vallado, un almendro inmenso, níveo de flor y de luna, revuelta la copa con una nube blanca, cobija el camino asaeteado de estrellas de marzo... Un olor penetrante a naranjas..., humedad y silencio... La cañada de las Brujas...

—¡Platero, qué... frío!

Platero, no sé si con su miedo o con el mío, trota, entra en el arroyo, pisa la luna y la hace pedazos. Es como si un enjambre de claras rosas de cristal se enredara, queriendo retenerlo, a su trote...

Y trota Platero, cuesta arriba, encogida la grupa cual si alguien le fuese a alcanzar, sintiendo ya la tibieza suave, que parece que nunca llega, del pueblo que se acerca…

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