Ningunas
ganas tengo de hablar del asunto, pero no sé muy bien por qué me siento
obligado a hacerlo. Por eso voy a ser breve.
Lamentablemente
no me sorprende nada en absoluto lo que está sucediendo a raíz de la detención
de ese sinvergüenza cuyo nombre no quiero en mi blog. Y pienso que es tonto del
bote quien se sorprenda, porque recogemos lo que sembramos y de aquellos polvos
vienen estos lodos, que es lo mismo dicho de dos formas diferentes.
Las
causas son evidentes. Yo veo dos que vengo denunciando hace años, y no solo yo,
sino mucha más gente. Pero para poco nos sirve.
La
primera es la corrupción absoluta de la política. Desde que reventaron el
espíritu de la Transición, el deterioro ha sido imparable. Un ejemplo; el otro
día oí en la radio a un locutor que decía, como lo más natural del mundo, que
en no sé qué Comunidad Autónoma, los partidos en el Gobierno habían rechazado
todas las enmiendas de la oposición porque tenían mayoría absoluta. Y yo me
dije, no porque las hubieran analizado, sino porque tenían mayoría absoluta… Y
se asume como lo más natural del mundo. Eso es corrupción, y peor que la que se
hace con dinero. Eso no es democracia. Eso no es política.
Y con
estos planteamientos, en los que el bien común no es el objetivo, el juego
político es un constante y estéril enfrentamiento que a todos empobrece, y que,
poco a poco va rompiendo el tejido social. Sembrando violencia. Porque es
violencia entender la política como la imposición de unos sobre otros en función
exclusivamente de los números, y a menudo por diferencias mínimas.
Y
estos políticos son los que, legislatura tras legislatura, han generado la
segunda causa. El hundimiento total del sistema educativo. Y en esto hay que
decir que las llamadas izquierdas (concepto obsoleto pero muy útil y eficaz
para manipular) han tenido un tristísimo protagonismo. Y siguen teniéndolo.
El
sistema educativo entero, manipulado ideológicamente hasta la náusea, se basa en
unas cuantas mentiras “bien decoradas”, tan simples como falsas, y el resultado
es la incultura, la eliminación de cualquier capacidad crítica, y la total
ausencia de valores. Adolescentes y jóvenes incultos, sin capacidad crítica y
sin valores, son fácilmente manejables por esos políticos que, apoyando y
defendiendo a sinvergüenzas, acaban imponiendo, mediante una violencia
subrogada, su ideología, que no es más que totalitarismo puro y duro. Y esos
adolescentes, esos jóvenes, son las grandes víctimas. Verlos y oírlos da toda
la pena del mundo. Y mucha rabia.
Y poco
más quiero decir de momento, aunque mucho me temo que, muy a mi pesar, me veré
obligado a escribir de nuevo sobre la próxima gran desgracia colectiva que se
nos echa encima. Porque está llegando el tiempo de la cosecha de todo el mal
que, a modo de siniestras semillas, ha ido sembrado la mala gente, aprovechando
el largo período de paz y libertad que hemos disfrutado. Esa mala gente incapaz
de crear nada, incapaz de mirar el futuro. Esa mala gente que sólo sabe enfrentar,
imponer, avasallar, destruir…, en nombre de una libertad y una democracia en
las que no creen.
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