Hay
una canción que dice, hoy no se puede
estar mirando al cielo, y aunque eso es verdad, de vez en cuando debemos
permitirnos el lujo de mirarlo, sobre todo cuando, como ayer por la tarde,
tiene una belleza deslumbrante. Es un regalo que hay que apreciar y agradecer.
El
crepúsculo fue discreto, pues el sol se ocultó tras las nubes que venían de
poniente y sólo tiño de rojo, y luego de rosa y malva, una franja sobre el
horizonte.
Pero
la tarde, ¡ay la tarde! ¡Qué espectáculo!
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