FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

martes, 11 de junio de 2013

Amigos.


Hay muchas y muy bonitas frases sobre la amistad y las hay porque eso de la amistad es un asunto importante, muy importante.
Todos necesitamos amigos, y si alguien dice que no necesita ninguno, algo anda muy mal en su vida, pero que muy mal.
Un amigo es algo muy grande. Compañeros, amiguetes, conocidos, son otras cosas, importantes también, necesarias y que hay que cuidar con esmero, pero son otras cosas, además bien diferentes entre sí.
Un amigo entra en esa esfera de nuestra vida donde sólo están algunos familiares, que tampoco todos; entra en lo más personal, lo más íntimo. Y la relación es de tal naturaleza, que trasciende el tiempo y el espacio. Hay amigos de casi todos los días, de todas las semanas, de varias veces al mes, de “de vez en cuando”, incluso de una vez al año, o de cada dos años…, pero si son amigos, son amigos. Y punto.
Y ¿cómo reconocemos Isabel y yo a un amigo? Pues de muchas maneras. He aquí algunas.
Con los amigos estamos a gusto. Por eso buscamos su compañía y nos alegra cuando ellos buscan la nuestra. Cuando sea.
Los amigos nos aceptan tal cual somos, con nuestras peculiaridades y rarezas, con nuestros defectos y virtudes, con nuestras opiniones, a veces diferentes a las suyas.
Los amigos tienen confianza para decirnos “esta noche no me apetece salir a cenar” sabiendo que nadie se enfada por eso, pero se esfuerzan para que eso pase pocas veces, si es posible ninguna.
Los amigos nos ayudan cuando les pedimos ayuda. Nos consuelan cuando estamos “pochos”, nos disculpan cuando estamos cansados.
Los amigos nos escuchan cuando nos desahogamos, cuando les contamos nuestras batallitas, cuando nos enrocamos con nuestras “neuras”.
Los amigos nos defienden, si es preciso a mordiscos, cuando alguien habla mal de nosotros, cuando, vete tú a saber por qué, nos pone verdes, aunque tenga parte de razón.
Los amigos nos perdonan, cuando metemos la pata y les hacemos daño. Nos dicen que les ha dolido, pero sabemos que nos perdonan y nos sentimos perdonados.
Los amigos nos permiten crecer, nos dejan libres, nos dan alas. Nunca nos amarran, nunca nos absorben, nunca nos agobian.
Los amigos no ignoran nuestros esfuerzos, nuestros actos, nuestros trabajos. Los aplauden o los critican, siempre cara a cara,  pero jamás los ignoran; el desprecio que supone el ignorar, duele mucho de un amigo.
Los amigos están en los momentos importantes de nuestra vida. En los gozosos y en los tristes. Están allí, riendo, llorando, o en silencio, y sabemos que están. Se siente su calor.
Con los amigos podemos estar callados largos ratos, pensando, contemplando. No nos hace falta estar siempre “de palique”; aunque casi siempre haya cosas de qué hablar.
Cuando las circunstancias de la vida nos alejan de los amigos durante mucho tiempo, el día que vuelven, el día que los encuentras, es como si nunca hubieran estado lejos, como si nos hubiéramos visto ayer mismo. ¡Y eso es tan bonito!

Y si el paso del tiempo nos separa para siempre del amigo, nunca podremos sustituirlo, nunca podremos olvidarlo, porque al formar parte de nosotros mismos, ya nada podrá ser igual,  nada volverá a ser como fue cuando estaba el amigo.

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