Buscando las horas frescas del lubricán, he salido esta madrugada a reencontrarme con nuestras “montañetas”, mucho más pequeñas, humildes y frágiles que los Pirineos.
Les tengo mucho cariño y también las veo muy hermosas. Además, su pequeñez, su humildad y su fragilidad, junto al abandono en el que a duras penas sobreviven año tras año, hacen también que el estar en ellas me resulte tan reconfortante y placentero como el aire de los tresmiles.
Fresco, lo que se dice fresco no ha hecho en ningún momento, pero el amanecer ha sido precioso. A continuación tenéis algunas fotos.
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