Mis
andanzas pirenaicas estivales no me permiten atender el blog como me gustaría,
no obstante si hay alguna buena noticia o necesito un desahogo recurro a él. Y
hoy voy a dar una buena noticia meteorológica.
Me
parece intuir, si las cosas no cambian, que aún lejos, llega una normalización de
la situación que desde hace ya demasiado tiempo estamos soportando.
En los
Pirineos ya se ha producido. Después de un mes de julio muy seco y con
temperaturas desconocidas por aquellas tierras, el jueves 28 de julio una
monumental tormenta puso las cosas en su sitio. Lluvia, granizo, viento, rayos
y truenos, devolvieron la vida y el verde a las montañas. Bajaron las
temperaturas y empezó a llover casi todas las tardes; lo normal por allí en
verano. Mañanas azules, tardes oscuras, noches de estrellas, frescas e incluso
frías.
Aquí
habremos de esperar mucho más, y volver a pagar un peaje. Del viernes 12 al martes 16, nueva vuelta de tuerca. Las temperaturas se dispararán de nuevo alcanzando los 37 de máxima y los 25 de
mínima, con viento del sureste flojo. ¡¡¡Horrible!!! Carísimo peaje.
Pero
parece ser, según todos los modelos, que a partir del miércoles de la semana
que viene, las máximas no superarán los 32, y las mínimas quedarán en 22. Y
considerando que habrá pasado la canícula, que el día acorta y que nos vamos acercando
al equinoccio de otoño, es posible que estos calores aberrantes no vuelvan ya
este año. Sólo si entrara una “ponenta” volverían, pero en ese caso, el
problema menor sería soportar el calor. Y eso sí, de lluvia nada de nada. Sería
pedir demasiado.
Pues
eso. Ya parece vislumbrarse, a lo lejos, el final de un verano que prefiero no
calificar por eso de no escribir tacos y palabras soeces.
Ojalá
no se equivoquen y de verdad se produzca esa normalización que nos permita
disfrutar de una época del año que, en otros tiempos, era muy grata. Aunque sea
al final.
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