Tal
día como ayer, pude disfrutar de un amanecer asombroso. Una capa de nubes
discontinua ocultaba el sol dejando pasar sus rayos sobre el mar y la costa
donde destacaban las grúas del puerto sobre la ciudad de Valencia.
Hacía
un agradable fresquito y un viento muy suave. Silencio no; en las montañas
nuestras, el tráfico, las canteras y los aviones forman un concierto al que hay
que acostumbrarse. ¡Qué le vamos a hacer!
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