Hoy es
el black friday, dicen. También es el de la erradicación de la violencia contra
la mujer, dicen. También es el Día del Maestro, dicen.
Pues
bien, no voy a hablar de ninguno de los tres. Y eso que no están para nada en
el mismo nivel de dignidad; pero no, de ninguno de los tres.
Porque
estoy bastante hartito de sentirme una marioneta en manos de vete tú a saber
quién. Harto de que me digan qué he de comprar y cuando. Harto de que me digan
cómo he de pensar y hablar. Harto de tener que celebrar lo que dicen que hay
que celebrar, y no va esto por el Día del Maestro, precisamente.
Por
eso hoy voy a hablar brevemente de un asunto que nada tiene que ver con los
tres de los que hoy podría hacerlo. Y lo haré en forma de pregunta.
¿Por
qué los anuncios de perfumes son tan insufriblemente ridículos? Imágenes que
nada tienen que ver con los aromas y palabros, en inglés casi siempre,
pronunciados además con una tontería apabullante. ¿Por qué?
Pues
no lo sé, pero si lo hacen así será porque vende. Y ahora viene la reflexión
final. ¿Tanta gente hay tan gilipollas, con perdón, que compra un determinado
perfume empujado por tan ridícula propaganda?
Debe
ser que sí.
Y
luego votan, ¡claro!
¡¡Huy
qué miedo!!
Así
nos va.
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