FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Ideas para educar. 3.5 Normas claras y concretas. Las precisas.



1.-CONOCER:
1.1 ¿Qué es realmente un niño?

2.-PREVENIR:
2.1 Desde la cuna.

3.-INTERVENIR:
3.1 Acuerdo total papá-mamá.
3.2 Control de la familia extensa.
3.3 Control de otros agentes educativos.
3.4 Coherencia en nosotros. Hacer lo que decimos.
3.5 Normas claras y concretas. Las precisas.
3.6 Hablar poco. “No comerle el coco”.
3.7 Ignorar conductas no deseadas. Reforzar las deseadas.
3.8 No mostrar que controla nuestro estado de ánimo.
3.9 No exigirle lo que no somos capaces de hacer nosotros.
3.10 Valorar si vale la pena “entrar en combate”.

Es muy frecuente escuchar cómo antaño, cuando hablaba el padre o el abuelo, eso “iba a misa”; no tenía ni que levantar la voz, dicen; a veces ni que hablar, solo con la mirada era suficiente. Y ahora, ahora es todo lo contrario. No hay manera de que los niños hagan caso, y menos aún los adolescentes.
Cierto que esto tiene muchas y variadas causas, pero una de ellas es la que hemos subrayado en el guión. Las normas que damos cuando educamos son demasiadas veces excesivas, innecesarias e imprecisas; y además, su incumplimiento no tiene consecuencias,  siendo esto lo más habitual. Por otro lado, la moda de no poner normas ni límites, no merece ni comentario, por ser una aberración pura y dura de consecuencias catastróficas. 
             Vayamos pues a lo normal, a lo que con la mejor intención hacen los papás por el bien de sus hijos. Poner normas, poner límites, pero, ¿cómo? Como hemos dicho, a menudo excesivas,  innecesarias, e imprecisas.
            Son excesivas. Para darnos cuenta de ello, no hay más que ponernos en lugar del niño, o del adolescente. Nosotros no aguantaríamos el estar sometidos casi constantemente a semejante bombardeo. Y ellos no son tontos. Saben lo que han de hacer y lo que no. Desde bien pequeñitos lo saben. No hace falta pasarnos el día diciéndoles qué han de hacer y cómo han de hacerlo. Además, cuanto más se lo dices más cuesta que lo hagan, ¿no?
            Son innecesarias. Muchas de las normas que les damos, no hace falta darlas, por evidentes. Otras por “incumplibles”. Otras por inoportunas. Otras porque no tienen la más mínima importancia, porque después de todo, pues no pasaba nada.
            Son imprecisas. Sí, muy imprecisas. Nene “sé güeno”, pórtate bien…" ¿Qué es ser bueno?,¿qué es portarse bien? Son normas tan poco concretas, que es como si no hubiésemos dicho nada. No hay criterio que permita saber al niño qué es lo que queremos realmente de él. 
            Y en último término, para acabar de estropearlo, si la norma no se ha cumplido, no pasa nada. No tiene consecuencia alguna. Y eso que le hemos advertido que si no la cumple le quitaremos el…¿el qué?
            El  padre, el abuelo de antaño del que hablábamos al principio, tenía pocas normas, eran las importantes, estaban muy claras y si no se cumplían, había muy serias consecuencias. Por eso no tenía ni que hablar.
               Normas, pocas, las importantes, bien claras y si no se cumplen, con consecuencias contundentes, y además sin enfadarse. Esta es la clave. Es cuestión de tenerlo claro y de practicar mucho. Y paciencia, mucha paciencia.

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