FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

lunes, 26 de mayo de 2014

La extraordinaria e increíble historia del Caballero Garbino.


Andábamos un día de éstos un buen amigo y yo trepando por la Canal del Garbí, tan bonita ella, con sus cadenitas y sus clavijitas, cuando, de improviso, un chaval joven y por su aspecto e indumentaria “alternativo”, nos sorprendió bajando a saltos por las rocas. Lo hacía bien el mozo.
Entonces, ni corto ni perezoso, mi amigo exclamó a voz en grito, “¡Oh, el hombre grillo!”, a lo que el hombre grillo respondió parándose en seco y poniendo cara de estupefacción. No dijo nada, sólo miraba atónito. Yo pensé, ahora nos manda a “escaparrar”, por ejemplo. Pero no fue así, el susodicho subió otra vez y volvió a dar, ante nuestras narices, un salto realmente espectacular, y mi amigo volvió de nuevo con el hombre grillo por aquí y el hombre grillo por allá. Hablaron, no sé de qué, porque yo también estaba estupefacto.
Aparecieron dos más, uno de ellos con cara de inglés y, dicho sea de paso, de acojono, y finalmente el cuarto del grupìto, que llevaba terciada a la espalda una espada de madera guardada en su vaina.
Díjole a éste entonces mi amigo, “¡Ohhhh! ¿Eso que llevas ahí es una espada?”, pregunta que el otro respondió afirmativamente. Y entonces, ante el asombro de todos los que en aquella cornisa estábamos, se arrodilló ante él y exclamó con voz potente, “Ruégote, humildemente, me armes caballero”, cosa que el mozo de la espada hizo tras desenvainarla elegantemente, tocándole en ambos hombros a mi amigo que, rodilla en tierra, y la cabeza agachada, ingresaba así en la augusta Orden de la Caballería.
Yo contemplaba asombrado la escena. Y en ese momento, el de la espada, mirando a sus colegas les dijo “¿Habéis visto cómo sí me ha servido para algo traer la espada?”.
A renglón seguido, el hombre grillo, ya desde bastantes metros más abajo, gritó al recién armado caballero, “¿Sabes que yo fabrico armas?” A lo que mi amigo respondió “¿Armasss de mataaaar?”.  “No”, dijo el saltarín, “de simulación para recrear batallas” y acabó invitándonos a una recreación que iban a hacer próximamente en el castillo de Sagunto.
Y así, ellos siguieron bajando y se perdieron entre las peñas, y nosotros subiendo; pero mi amigo albergaba honda preocupación. No tenía nombre de caballero, ya que al armador de caballeros, perplejo como estaba, no se le había ocurrido nombre alguno. Más he ahí que, a mí, testigo de tan asombrosos acontecimientos, sí me fue revelado de lo alto el nombre, ilustre entre los ilustres, de Garbino, con lo que así mi amigo paso de ser normal ciudadano a Caballero Garbino. Caballero cuyas hazañas alcanzarán alta gloria y renombre universal, rivalizando con las que ya han quedado escritas con letras de oro y sangre en la historia de la andante caballería.


Y aunque mentira parezca, esto que he contado es rigurosamente cierto. Sucedió un día de primavera, por la tarde, en la Canal del Garbí, como ya he dicho, estando como testigos el hombre grillo, dos mozos más, un servidor, la montaña y el mar.
Y luego, esa noche, antes de dormirme bajo un pino, pensé: aquellos cuatro eran peculiares, sí, pero ¿cómo nos habrán visto ellos a nosotros? Y es que en la montaña pasan unas cosas…

1 comentario:

  1. Que buenos recuerdos, de este y tantos otros pasados en las montañas, por cierto buena foto

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