FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

jueves, 15 de mayo de 2014

Un cuento infantil: la princesa y su perrita.


Había una vez una princesa que tenía una perrita. Y claro, la princesa siempre era la princesa y la perrita de la princesa era siempre, cómo no, la perrita de la princesa. Y fueron felices y comieron perdices, codornices y altramuces. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
¿Qué cuento más bonito, verdad? ¡Qué cuento más asqueroso, joder!, con perdón. Porque esto no es un cuento, es la realidad, una realidad repugnante hasta la nausea.
Me contaban unos papás que su hija de 4 años, ¡4 años!, tiene una amiga, muy amiga ¿? con la que juega a menudo, siempre y cuando ella sea la perrita, porque la princesa siempre es la otra. Y cuando la perrita sugiere ser un día princesa se queda sin jugar, así que entre la soledad y ser perrita, pues a hacer guau, guau y a lamer el culo a la princesa, si es menester.
¡Que venga Rousseau y lo vea! A ver si volvía a escribir las majaderías que escribió sobre los niños.
Desde la más tierna infancia, la miserable condición humana marca la pauta para que esta condición siga siendo miserable. Sólo la educación en valores como el respeto a todos, la dignidad de todos, la igualdad entre todos, la honestidad, la justicia, la libertad, el amor como el valor por excelencia, pueden hacer que esta niña-siempre-princesa no se convierta en una más de esas personas, prepotentes, avasalladoras, convencidas de su propia grandeza…, triunfadoras, que andan haciendo daño por el mundo, y que dicho sea de paso, nunca llegan a saber lo que es ser, de verdad feliz, porque son incapaces de amar a nadie como no sea a ellos mismos.
Y no son “cosas de niños”, no. Hay que intervenir. Los papás de la princesa deben decirle a su retoño, “mira nena, como no dejes a tu amiguita ser princesa…te parto la cara”. Bueno, es un decir, pero es que estas cosas me ponen muy, pero que muy de mala leche. ¿Se nota?
Como de mala leche me ponen tres de las cuatro reacciones posibles de los papás ante estas situaciones. A saber: los papás que no se enteran, los que dicen “mi hija no hace eso”, o los que piensan y a veces se atreven ufanos a decir  “mejor que aprenda a pisar que a que le pisen”.
Porque los papás que, o porque se dan cuenta, o porque se lo dicen y lo aceptan, intervienen dejándole claro, ya a los cuatro años, que su amiguita-perrita tiene el mismo derecho que ella a ser princesita, están en el único camino que tanto a ellos como a su hija les llevará a una vida digna de ser vivida, plena de sentido, aunque no “triunfe”, aunque no “medre”, porque habrá aprendido que el mosto que sale del pisar personas en el lagar de la vida, no hace jamás un buen vino.

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