FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Russell, el amante de los Pirineos.

La norte del Vignemale, la montaña de Russell.
Como en la primera entrada de esta sección dije, voy a contaros algo de la vida del Conde Russell. La voy a contar sólo por encima encima ya que si os interesa saber más de él no tenéis más que teclear en google su nombre y os aparecerán algunas biografías suyas mucho más detalladas. Esto son sólo cuatro pinceladas.
Mi buen amigo el Señor Conde, cuyo nombre completo era Henry Patrick Marie Russell-Killough nació en Toulouse, Francia, un 14 de febrero de 1834. Fue el primogénito de un matrimonio entre dos nobles, ella francesa y él irlandés, y aunque vivió gran parte de su vida en Francia y escribió sus obras en francés, fue “oficialmente” ciudadano británico.
En su juventud se enamoró de una joven gala a la que conoció en Paris. No llegó a casarse por expresa prohibición de su padre, “rabiosamente” católico, ya que la moza en cuestión era hija de un pastor protestante. Russell le dijo a su padre que o ella o ninguna, y fue ninguna para el resto de su vida.
Como aristócrata que era, pudo vivir de renta, aunque también se sacaba unos dineros escribiendo sobre sus aventuras, escritos que publicaba en diversas revistas.
Russell, hijo de su tiempo, era un romántico de pies a cabeza. Vivió la vida intensamente y fue en la naturaleza donde encontró la razón de ser de su existencia; una naturaleza, entonces, libre y salvaje.
Recorrió el mundo en barco, en trineo, en diligencia, andando, a caballo…Patagonia, Perú, Brasil, Siberia, China, Nueva Zelanda, India, Himalaya, Grandes Lagos en Norteamérica, el Misisipi, los Alpes…
Y acabó en los Pirineos. Acabó enamorándose de ellos hasta las trancas, dedicándoles su vida entera, recorriéndolos de este a oeste, de norte a sur, conquistando cimas, descubriendo valles, abriendo itinerarios que hoy en día aún podemos seguir.
Pero de toda la cordillera hubo una montaña que lo cautivó de un modo muy especial, hasta el punto de comprársela y construir en ella unas cuevas donde pasaba largas temporadas en verano. Sin entender para qué quería el Señor Conde aquel “montón de piedras y hielo”, se la arrendaron durante 100 años por una cantidad irrisoria. Esta preciosa montaña es el Vignemale, de 3298 metros. Los escritos de las estancias en su montaña son memorables, y tristísima la despedida cuando la bajó por última vez sabiendo que nunca más podría volver a subirla.
Murió en Biarrtitz, el 3 de febrero de 1909 a los 75 años. Sus restos descansan en el panteón familiar, en Pau, ciudad en la que vivió gran parte de su vida, cuando no estaba en sus queridos Pirineos, pero desde donde los días claros los contemplaba altivos recortados contra el cielo del sur.
Es el texto reproducido a continuación, la declaración de amor de Russell a sus queridas montañas. Lo escribe en su libro Recuerdos de un montañero.

"He visto bastantes montañas: el Himalaya, los Andes, los picos fúnebres de Nueva Zelanda, los Alpes y el Altai; todas, más nevadas que ahora. Durante toda mi vida he amado, yo diría que he adorado a las montañas, ascendiéndolas con pasión. Puedo comparar entre sí a muchas de ellas; pero, por ciego que sea el amor, creo tener razón al admirar más que nunca a los Pirineos, a su cielo tan azul y limpio, a sus hielos resplandecientes, a sus aspectos vaporosos, a las llanuras ardientes y aterciopeladas adormecidas en su base bajo el sol más hermoso, y a esas aguas maravillosas que escapan de las nieves con furor, para calmarse enseguida sobre céspedes horizontales y serpentear en silencio entre tapices de flores tan raras y encantadoras que apenas nadie osa caminar sobre ellas. En la naturaleza pirenaica existe una poesía extrema, una armonía de formas, colores y contrastes que no he visto en ninguna otra parte"

NOTA:

Si queréis conocer más al Señor Conde os aconsejo dos libros:
Recuerdos de un montañero de Henry Russell, Ed. Barrabés, Zaragoza 2002.
Yo, Henry Russell de Alberto Martínez Embid, Ed Prames, Zaragoza 2005

No hay comentarios:

Publicar un comentario