Eres tú, Laura, en tu primer viaje a los Pirineos. Año 1988. |
Querida Laura:
Desde que nos dijisteis que ibais a ser papás, y
papás de dos, tuve muy claro que tenía que escribirte una carta en el blog pero,
sinceramente, no sabía muy bien por dónde empezar, porque eran demasiados los
recuerdos y los sentimientos que se
agolpaban en mí.
He dejado pasar el tiempo para que todo vaya
sedimentando y encontrar así un hilo conductor que me permita escribir algo
sencillo, breve y cierto. Y creo que lo he encontrado.
Ese hilo, Laura, es el paso del tiempo. Sí, me lo habéis
hecho sentir como un escalofrío que te recorre de arriba a abajo. Cuando aquel
domingo, después de comer, la mamá, mi mamá, se emocionó hasta el llanto,
sabiéndose bisabuela, sufría los embates de dos sentimientos, y así lo
manifestó, uno de alegría profunda por vosotros, y otro de tristeza por el
“poco tiempo”, por mucho que sea, que tendrá para disfrutar de sus biznietos.
Sí,
es el paso inexorable del tiempo. Yo también me alegro mucho, muchísimo, por
vosotros, pero no he podido evitar el mismo pensamiento que la mamá, con cifras
quizá distintas, pero el mismo pensamiento; el de que cuando vuestros hijos
tengan veinte años, muy jóvenes aún, yo, si llego, tendré ochenta… Y ves al futuro perderse a
lo lejos, un futuro al que ya no perteneces. Y es entonces cuando miras al pasado...
Me acuerdo, como si fuera ahora, cuando fuimos a verte al hospital recién nacida; cuando pisaste por primera vez tierra pirenaica, en el bosque de Besiberri, casi sin saber andar; cuando te tuve en clase, en Lengua; cuando nos hablaste de tu vocación; cuando nos enteramos en Puigcerdá de que habías entrado en medicina y te regalamos un ramo de flores; cuando aprobaste el MIR con nota excelente, lo que te permitió elegir hospital con total libertad; cuando te casaste con Josep y… bailé, cosa harto rara en mí…
Me acuerdo, como si fuera ahora, cuando fuimos a verte al hospital recién nacida; cuando pisaste por primera vez tierra pirenaica, en el bosque de Besiberri, casi sin saber andar; cuando te tuve en clase, en Lengua; cuando nos hablaste de tu vocación; cuando nos enteramos en Puigcerdá de que habías entrado en medicina y te regalamos un ramo de flores; cuando aprobaste el MIR con nota excelente, lo que te permitió elegir hospital con total libertad; cuando te casaste con Josep y… bailé, cosa harto rara en mí…
El tiempo pasa, la vida pasa, por eso os doy un
consejo de “tío abuelo” de ya casi sesenta años: vividla a fondo, bebedla a
grandes sorbos. Y enseñad a hacer lo mismo a vuestros hijos. Pero para eso,
antes que nada, acordaos siempre de dar importancia a lo que realmente la
tiene, sin abandonar lo accesorio, a menudo útil, pero no más que accesorio. Y
es importante tu matrimonio, tu maternidad, tu hermosa vocación; son
importantes tu familia, tus amigos…Y tú sabrás qué más, Laura. Es tu vida.
Así, cuando seáis viejecitos y un buen día os veáis
abuelos y, tiempo después, quizá bisabuelos, podréis decir con Pablo Neruda esa
frase, título del libro de sus memorias, que a mí siempre tanto me ha gustado, “confieso
que he vivido”. ¿A qué más puede aspirar una persona, cuando ya hay mucho más
camino atrás que delante, que a poder decir esto de verdad y desde lo hondo de
su vida?
¡Que seáis muy, muy felices! ¡Y que Dios os bendiga a
vosotros y a vuestros hijos!
NOTA: Te adjunto un enlace a la canción por la que te llamas Laura. Laura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario