Cada vez que empiezo con un nuevo grupo en
secundaria, tras la inevitable presentación, paso inmediatamente a dar a mis
nuevos alumnos un “truco” para que el “cole” les vaya bien, que pueden utilizar
no sólo en lengua, sino en todas las demás asignaturas.
Les digo, además, que no conozco a nadie, y es cierto,
que usando este “truco” le vaya mal. ¿Cuál es el truco? se preguntan, me
preguntan, y respondo con un cierto toque de solemnidad, cumplir las tres
reglas de oro. A saber:
1ª
Cuando uno habla los demás callamos.
2ª
Hago cada día la faena del día.
3ª
Estudio sólo si lo he entendido antes.
Y luego digo, ¡qué sencillo de decir! ¿verdad? aunque
qué difícil de hacer. ¡Cómo les cuesta, por Dios! ¡Cómo les cuesta!
Aprenderían mucho más en menos tiempo y pasándoselo
mejor si fueran capaces de cumplir estas tres sencillas reglitas.
Si fueran capaces de callar cuando alguien habla, sea
el “profe” o un compañero, y escucharle de verdad, sin bobadas, sin tonterías,
¡cómo cambiaría todo!
Si fueran capaces de hacer cada día la faena del día,
cuando hay más por cuando hay menos, ¡cómo cambiaría todo!
Si fueran capaces de entender de verdad lo que
estudian, haciéndolo suyo, incorporándolo a su vida, ¡cómo cambiaría todo!
Sí, todo cambiaría al recuperar el acto docente su
grandeza olvidada, su dignidad perdida, su belleza eclipsada, y los primeros
beneficiados de esto serían los niños, los jóvenes, y a través de ellos,
después, todos.
Ardua tarea lograr esto en los tiempos que corren.
Tarea difícil porque no es cuestión sólo del docente y de los niños y jóvenes. Es
también tarea de los papás que también “sufren” a sus niños y ¡cómo no! gozan
de ellos, y que deberían ser los más interesados, muchos lo son, en que la
escuela, el instituto, sea un lugar respetado por todos.
Y es también tarea de los políticos, abogados,
periodistas, psicólogos, médicos, pedagogos y demás personal del “cuartel
general” que ven las trincheras en sus mapas, desde la seguridad de su búnker.
También entre éstos hay quien conoce y respeta la escuela. Conozco algunos.
Pero bueno, mientras se recupera este respeto, no
pierdo la esperanza de que así sea algún día, a los “profes” nos toca seguir
peleando para que nuestros alumnos escuchen de verdad, trabajen cuando toca y
entiendan lo que hacen.
¡Sea bienvenida cualquier ayuda, venga de donde venga! Nos jugamos todos mucho.
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