FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

martes, 10 de mayo de 2016

¿Por qué nos persigue, señor Marzà?

¡Qué lástima que tengamos que llegar a esto!
Hay dos barreras, líneas rojas dicen ahora, que cualquier persona de bien debería reconocer y por lo tanto saltarse en su vida pública y social: la barrera de lo emocional y la de los prejuicios ideológicos. Y mucho más si la persona en cuestión ocupa un cargo público en el que, por definición, se debe a todos, no sólo a los que lo hayan votado.
¿Está de acuerdo en esto Sr. Marzà?
Por lo que veo debe ser que no. Y a los hechos me atengo. Lo que no acierto a comprender es en qué puede no estar de acuerdo. ¿En que en política debe prevalecer lo racional frente a lo emocional? ¿En que los prejuicios no son una adecuada herramienta para analizar la realidad? ¿En que el que gana unas elecciones (aunque sea con pactos postelectorales) no está legitimado para actuar sólo para “los suyos” y a los demás “que les den”? No lo sé. De verdad que no lo sé.
Se lo digo claro. El acoso al que usted y los suyos, y así hay que decirlo, están sometiendo a la educación concertada, y en particular a la de la Iglesia, sólo se entiende desde la irracionalidad de lo emocional, desde la ignorancia atroz de quien se rige por prejuicios, y desde la perspectiva totalitaria de quien se cree en posesión absoluta de la verdad, y ¡claro! en cuanto llega al poder lo detenta, (mire el diccionario) no lo ejerce como servicio a la comunidad.
Lo emocional frente a lo racional. Yo entiendo que a usted y a los suyos les entren “convulsiones gastrointestinales” en cuanto huelen a “cerrado y sacristía”, como diría Antonio Machado. Pero reconozca que esto es algo irracional, es pura emoción, turbia resaca de tiempos pasados. De tiempos pasados sr. Marzà. La Iglesia, y más hoy, es muy grande, muy compleja, tiene brillantes luces y profundas sombras. No la simplifique, no la demonice. La Iglesia, por su propia identidad, por coherencia consigo misma, tiene una vertiente educativa esencial. Y esa vertiente, en España, cristaliza en la educación concertada. Acérquese con respeto y objetividad a este realidad, analícela desde la razón y saque sus conclusiones.
El prejuicio frente al conocimiento. Mire, señor Marzà, este mes de septiembre hará 34 años que trabajo en un colegio concertado. He oído muchos juicios de valor negativos de la gente de su cuerda sobre mi centro y centros como el mío, y puedo asegurarle que, si bien en otros tiempos, ya lejanos, pudieron ser ciertos, no lo son ahora o si algunos lo son, no son diferentes a los que puedan hacerse de cualquier centro público. Sus prejuicios son fruto del desconocimiento, de la ignorancia, de no haber hecho ese análisis de la realidad respetuoso y objetivo que, aunque sólo sea por el lugar que ocupa, debería hacer.
Detentar frente a ejercer. Dice la RAE de detentar, retener y ejercer ilegítimamente algún poder o cargo público. Ejerza, no detente el poder al que ha accedido. Guiarse por lo emocional y basarse en prejuicios para tomar decisiones sectarias, contrarias a grandes sectores de la población, no es ejercer, es detentar, porque es un uso ilegítimo del poder. La razón, el análisis de la realidad y el respeto a pensamientos diferentes es lo que da legitimidad a la autoridad. Lo contrario es totalitarismo. La legitimidad del poder no está sólo en haber accedido a él democráticamente, sino también, y sobre todo, en el modo de ejercerlo.
Y una última cosita quiero decirle, señor Marzà, a usted y a los suyos. ¿Sabe de todo esto lo que más rabia me está dando? Cuando les oigo hablar de una escuela inclusiva. Sí, claro que deber ser inclusiva. Hemos de incluir y acoger a todos, las más de las veces sin medios, sin apoyos, sin reconocimiento alguno. Y así lo hacemos porque es bueno y justo. Sean pues ustedes también inclusivos. Sean capaces de crear un sistema educativo en el que quepamos todos, también los que pensamos diferente. Es irónico que quienes más hablan de inclusividad, quieran excluir por decreto a cientos de miles de familias que, amparadas por la Constitución, desean una educación cristiana para sus hijos.
Señor Marzà. De verdad que no le entiendo. Y cuando a fuerza devanarme los sesos creo entenderle, me entra el vértigo que da asomarse al abismo de la intolerancia y el fanatismo enarbolados en nombre de la libertad y el progreso. ¿Qué libertad y qué progreso, señor mío?

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