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QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

miércoles, 25 de mayo de 2016

Problema 9. Tres años sin exámenes de septiembre.

¡No tienes septiembre, chaval! ¡Jo...róbate!
Voy a ir analizando, en sucesivas entradas, uno a uno, los diez problemas que enumeré en la reciente Carta abierta al "Conseller" de Educación, Vicent Marzà; y voy a empezar por uno de ellos, el número 9 de la citada carta, por la rabiosa actualidad que va a adquirir este próximo mes de junio. La desaparición de la convocatoria de septiembre que perjudica, precisamente, a los alumnos más “débiles”.

Sí, es el tema de los exámenes de septiembre. Albergaba la esperanza de que la nueva “Consellería” nos los devolviera lo antes posible. Pero no, eso no lo han hecho. Parece ser que se han dedicado en cuerpo y alma a sus obsesiones ideológicas, y las cuestiones pedagógicas han quedado relegadas a un segundo plano.
Ahora bien, en honor a la verdad hay que decir que han justificado la decisión. El argumento es que, según sus datos, han concluido que no hay diferencia significativa en los resultados obtenidos por los alumnos entre hacer los exámenes extraordinarios en junio o en septiembre…
¡Claro! Los números son los mismos. Eso lo sabe cualquiera que conozca el percal y no sea lelo. Pero eso no significa que un alumno que apruebe en septiembre, pueda aprobar igual en junio. No. Eso significa que el alumno en cuestión, aprobará en junio, sí, pero aprobará sabiendo menos, bastante menos.
Parece que los sesudos señores que llegan a estas conclusiones desconocen que los criterios organizativos prevalecen demasiadas veces sobre los criterios pedagógicos, a menudo diferentes, a veces contrapuestos. También desconocen las consecuencias de esta fea realidad, como es el alto precio de una repetición evitable si hubiera habido convocatoria en septiembre, o el sufrimiento a medio y largo plazo de un niño o un adolescente que ha promocionado sin estar preparado para ello, aunque sus “papis” y él mismo se hayan quedado tan contentos. Y por supuesto, desconocen también el impacto negativo global para el nivel educativo de esta decisión. ¿O es que lo buscan por algún oscuro motivo?
Me he dado cuenta, ya hace mucho tiempo, que en cuestiones educativas no hay color político; pasa como con la corrupción. Están todos de acuerdo en reventar el sistema, bueno, en seguir reventándolo; aunque unos más que otros, desde luego.
De hecho, este siniestro acuerdo implícito y del que igual ni son conscientes, es demostrable viendo cómo los peregrinos argumentos con los que la “consellera saliente” justificó la aberración, habrán sido plenamente asumidos por el “conseller entrante”, bueno, entrado. Es la única explicación para que a estas alturas no haya corregido el despropósito.
Por eso nos encontramos en la difícil tesitura de aprobar a los alumnos sin que hayan alcanzado el nivel mínimo ni lejanamente, o provocar una saturación de repetidores, muchos evitables si tuvieran más tiempo para prepararse, que el sistema no podría soportar.
Hoy hasta aquí. Los argumentos que, a modo de perlas preciosas, la señora Catalá nos regaló, que ya publiqué en este blog, y que el señor Marzá, por lo que se ve, habrá recogido secretamente agradecido, fueron contenido de otra entrada.* Amontonar tanta estupidez y tan grandes desatinos en ésta podría resultar indigesto.

* Ver entrada del 17 de junio de 2014. Exámenes de junio, exámenes de julio.

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