FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

viernes, 27 de octubre de 2017

Encuentro en el Chinipro. Segunda parte.

27 del 10 del 1917

Me resulta útil, al menos a mí, escribir tal día como hoy lo que voy a escribir. Porque escribir pensando, al igual que “raonar” como dicen en el pueblo, con serenidad, es remedio eficaz para mantener la calma cuando la violencia de los acontecimientos pugna por arrebatártela.
Aquel hombre del Chinipro y yo “estiguerem raonant” en la paz de la montaña casi hora y media. Y en aquella conversación llegamos a la conclusión de que esto del independentismo, en la España de hoy, en la Europa de hoy, era una enfermedad. Pero cuando aquel hombre, que había sufrido las consecuencias de esa enfermedad en carne propia, hablaba de ello, percibí que lo hacía sin odio, sin rabia siquiera, pero sí con una enorme tristeza, y eso le daba más autoridad todavía a sus palabras.
¿Qué es lo que puede hacer que un pueblo quiera independizarse de otro del que forma parte, del que siempre ha formado parte? Sólo dos causas veíamos. Una, que se sienta superior. La otra que se sienta oprimido. O ambas; sentirse un pueblo superior oprimido por uno inferior. Porque si no me siento superior a los aragoneses, los castellanos, los andaluces, los extremeños y no me siento oprimido por un gobierno que cada cuatro años elegimos entre todos, no ha lugar independencia alguna. Unidad desde la pluralidad, es el camino lógico en este caso. Nunca la ruptura que supone la independencia.
Y esta es la enfermedad en sí. Una antigua y grave alteración de la percepción de la realidad, que les ha llevado a crear un mundo paralelo basado en esa realidad falsa. Somos superiores y además los inferiores nos oprimen. España es un lastre inútil que nos pesa, nos roba, dicen. Y esto es, obviamente, mentira. Pero llevan años creyéndose y vendiendo esa mentira como la gran verdad, extendiéndola, contagiando la patología que supone creerse esa falacia hasta llegar al estado de histeria colectiva al que han llegado.
¿Y ahora qué?, nos preguntamos todos, con preocupación, con desasosiego, con miedo. Ahora, ¿qué hacemos? No sé la respuesta, ¡ojalá la supiera! Lo que sí que sé es que esto, más que un problema político, es un problema psiquiátrico que, al convertirse en una grave patología social, sólo puede abordarse ya desde la política, una política extremadamente inteligente, siempre dentro de la ley y tratando de evitar a toda costa el uso de la fuerza.
Frente a este delirio absurdo, frente al puro sentimiento desbordado, la razón poco puede hacer; menos aún la fuerza. Creo que el silencio, se está hablando demasiado; la paciencia, aunque ya se ha tenido mucha; el peso de la realidad objetiva, Europa no reconocerá ningún nuevo estado, se van las empresas; la voz de esa otra mitad al menos que nada quiere saber de este sinsentido, son algunos de los caminos por dónde creo que deberían desarrollarse los acontecimientos.
Y serenar ánimos, para que algún día se pueda hablar al amparo de la ley. La enfermedad ha avanzado mucho, ha hecho mucho daño. No conviene hacer más todavía. Tardaremos generaciones en restañar las heridas que se han hecho, y que  hoy mismo se están agrandando.
La sociedad catalana está rota, enfrentada. La sociedad del resto de España, preocupada, indignada, cabreada. “Ahora que las cosas iban mejor, que la crisis iba quedando atrás, vienen estos hijos de puta y nos van a mandar a todos a la mierda”, oí el otro día en conversación ajena.
Me atrevo a decir que no son mala gente; es que están enfermos, y hemos de encontrar entre todos la cura para esa enfermedad que tenemos ahora aquí, entre nosotros, y  que no es la primera vez que surge en la historia, ni será desgraciadamente la última. 

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