Pudimos
disfrutar la semana pasada de un par de osos, en un parque faunístico, ¡claro!,
desarrollando ante nosotros una curiosa y divertida escena familiar que
resultaba muy humana.
El
macho es grandote; la hembra, más pequeña. Estando nosotros allí, la cuidadora
les dio dos melones, uno a cada uno. Tranquilamente se dispusieron a comérselo
pero de una forma bien diferente. El macho a mordisco limpio, sin más
contemplaciones. La hembra lo partió y con las uñazas fue sacando la pulpa y
llevándosela a la boca.
Lógicamente
el grandullón acabó antes con su melón del que no quedó ni la corteza, y
entonces se fue junto a su compañera que seguía a lo suyo sosegadamente.
Se le
arrimó y esperó pacientemente a que acabara, mientras de vez en cuando, con la
pataza hacía amagos de cogérselo, pero solo amagos, a la vez que emitía un gruñido grave y contenido. Parecía decirle en idioma osuno, dame un poquito, sé buena.
Ella
seguía a lo suyo, muy segura de que no se lo quitaría, y cuando ya lo había
vaciado del todo, le dejó la corteza y se alejó muy dignamente. Entonces, él
acabó con lo que quedaba con unos pocos mordiscos.
Me pareció la escena tan humana, tan divertida y tan tierna que la cuento hoy con algunas fotos de aquella peluda parejita.
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