Lluvioso
Día del Maestro, lluvioso y tormentoso. Y difícil en las aulas, muy difícil.
Defendernos del maldito bicho, defendernos del frío, defendernos del viento
húmedo, defendernos de la lluvia, cuidar a nuestros alumnos, recordarles que se
cuiden, cuidarnos nosotros… Y dar clase. Todo a la vez.
Mi
admiración, mi respeto y mi apoyo a todos mis compañeros y a los que no
siéndolo, entregan también su vida en esta tarea, cada vez más difícil, de la
educación. Y de un modo especialmente difícil en estos tiempos oscuros.
Como
“regalo” en este día voy a compartir un escrito, atribuido a Abraham Lincoln, al maestro
de su hijo. Es falso, Lincoln nunca escribió esto, pero quien lo hiciera en el
siglo XIX, puso el dedo en la llaga con esta curiosa y caótica lista de
peticiones.
Si la
leéis, veréis que es lo que todos intentamos hacer con nuestros alumnos mucho
más de cien años después de que se escribiera.
Querido
profesor:
Mi
hijo tiene que aprender que no todos los hombres son justos ni todos son
veraces, enséñele que por cada villano hay un héroe, y que por cada egoísta hay
un generoso.
También
enséñele que por cada enemigo hay un amigo y que más vale moneda ganada que
moneda encontrada.
Quiero
que aprenda a perder y también a gozar correctamente de las victorias. Aléjelo
de la envidia y que conozca la alegría profunda de la aceptación..
Haga
que aprecie la lectura de buenos libros, sin que deje de entretenerse con los
pájaros, las flores del campo y las maravillosas vistas de lagos y montañas.
Que
aprenda a jugar sin violencia con sus amigos. Explíquele que vale más una
derrota honrosa que una victoria vergonzosa. Que crea en sí mismo y sus
capacidades aunque se quede solito, y tenga que lidiar contra todos.
Enséñele
a ser bueno y gentil con los buenos y duro con los perversos. Instrúyalo a que
no haga las cosas porque simplemente otros lo hacen, que sea amante de los
valores.
Que
aprenda a oír a todos, pero que a la hora de la verdad, decida por sí mismo.
Enséñele a sonreír y mantener el humor cuando esté triste y explíquele que a
veces los hombres también lloran.
Enséñele
a ignorar los gritos de las multitudes que solo reclaman derechos sin pagar el
costo de sus obligaciones.
Trátelo
bien pero no lo mime ni lo adule, déjelo que se haga fuerte solito. Incúlquele
valor y coraje pero también paciencia, constancia y sobriedad.
Transmítale
una fe firme y sólida en el Creador. Teniendo fe en Dios también la tendrá en
los hombres. Entiendo que le estoy pidiendo mucho pero haga todo aquello que
pueda.
Y
poniéndome en lugar del maestro le respondería a quien haya escrito esto,
haga usted lo mismo en casa.
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