Tiempos
aciagos estos que nos está tocando vivir. Y no solo por la pandemia, sino por
todo lo que a la sombra siniestra de esta tragedia colectiva están haciendo con
los últimos restos de aquella España soñada en la Transición, y casi alcanzada.
La
España unida y en paz, definitivamente reconciliada, con su historia asumida,
donde hubiera un lugar para todos, es ya, una vez más, un sueño roto. Otro
sueño roto en tiempos de sueños rotos.
Lo veo
claro. En medio de una crisis sanitaria brutal, con la economía hecha trizas, y
con la sociedad cansada, asustada y confusa, aliados con el virus convertido en
útil compañero, continúan desmontando el estado de derecho que muchos construimos
con esperanza e ilusión tras la dictadura.
El
golpe al español, quitándolo como lengua oficial y vehicular de España, es uno
más de los muchos que están dando. Es además este un golpe, no sólo a la
Constitución, sino al pluralismo y a una cultura inmensa y admirable, como es
la cultura que arropa a la lengua de Cervantes, que quedará arrinconada, cuando
no prohibida, en algunos lugares de España.
Y todo
para satisfacer al independentismo, y al radicalismo llamado de izquierdas, que
no son, ni de lejos, mayoría en este país. Pero ya se sabe, utilizaremos
vuestra democracia para destruir vuestra democracia. Y lo que es más repulsivo,
al amparo, como ya he dicho, de la pandemia.
Cada
vez lo veo más claro. Y lo veo con tristeza y miedo. El señor Sánchez tiene,
junto a independentistas y comunistas, un nuevo socio, el coronavirus. Creo, a
la vista de los acontecimientos, que lo tuvo desde que nos cambió y amargo la
vida el maldito “bicho”.
Tiempos
aciagos, tiempos recios, tiempos negros en los que una vez más digo con don
Miguel de Unamuno, me duele España. Y digo también que, si pudiera, me
exiliaría; desilusionado, triste y derrotado, como el bueno de don Quijote,
derrotado, mira por dónde, en la playa de Barcelona.
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