La
foto que encabeza esta entrada, hecha el año pasado, dio la vuelta al mundo. Y
la cosa sigue, colas para coronar el Everest, y no sólo el Everest sino el Mont
Blanc, el Aneto, El Monte Perdido… Todas las montañas más altas y prestigiosas,
si no tienen excesivas dificultades técnicas, se han convertido en lugar de
multitudes.
El
asunto merece un análisis profundo, pero no es lo que voy a hacer aquí hoy. Hoy
voy a decir algo bueno; quien de verdad quiera hacer montaña puede seguir
haciéndola.
Sólo
hay que huir de los circuitos comerciales y turísticos que se han apropiado de
ciertas montañas, gracias a la insaciable búsqueda de mucha gente de números y nombres.
Es decir, buscar en la montaña sólo la montaña, pura y dura.
Por
decirlo de otra forma; sólo quien se libere del prestigio de los nombres y los
números, podrá prescindir del negocio en que han convertido al alpinismo y al
montañismo en general. Y entonces, sólo entonces, será libre para encontrarse
con una montaña libre.
Hace
tiempo descubrí esto, y empecé a evitar montañas famosas, horarios normales y
rutas marcadas y publicitadas. Y ahí sigue la aventura, la soledad, el riesgo
asumido. Se puede hacer una ruta por el Pirineo, en agosto, sin encontrarse con
casi nadie, o nadie. Llegar a una cima y pasarse horas arriba sin más compañía
que la de quien haya subido contigo.
Pero
claro, luego no puedes decir por ahí que has estado en el Pico Escorvets, por
ejemplo, porque no es muy conocido, y además no llega a los tresmil. Pero el
desnivel es de más de 1700 metros desde el pueblo, el itinerario largo y
espectacular, y el panorama, desde la cima, prodigioso.
Hay
quien me dice, ¡claro, esto lo dices porque tú ya has hecho todas las
importantes! No, no las he hecho todas, desde luego, pero sí muchas. Y reconozco
que algo de razón tienen. Pero nací cuando nací, y eso me permitió gozar
durante años, los de la juventud, de un Pirineo libre y limpio. Y esto ha sido un
privilegio del que “no tengo la culpa”.
El
problema es que acercarse a la montaña por intereses ajenos a ella misma, los
meramente deportivos lo son, la degrada y la vulgariza, y además nos perdemos
lo mejor que puede aportarnos.
¿Y qué
es eso? No puedo responder a esta pregunta, porque yo sé lo que a mí me aportó
y me aporta. No puedo saber lo que a otro que se acerque y se encuentre de
verdad con ella, le aportará.
Sí sé
de amigos que me lo han dicho. Y esos momentos de compartir lo que cada uno
hemos encontrado allí, son inolvidables. Conversaciones en la cima; en un alto
en el camino; en la tienda, oyendo la lluvia; en el pueblo, tras una buena cena…
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