FRASES PARA PENSAR.

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QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

jueves, 5 de noviembre de 2020

¿Hacemos las paces?


El 7 de mayo de 2016 escribí una entrada que titulé, ¡Oh Rusia, noble Rusia, santa Rusia!, a propósito de un poco conocido poema de Antonio Machado dedicado a Rusia. Voy a volverla a publicar con la reflexión añadida de que la deriva de la política española en estos cuatro años, corroboran todo lo que dije entonces, y hacen además urgente, al menos desde mi punto de vista, la reflexión que propuse.

Hay además un dato curioso. Parece que no existe demasiado interés en que este poema se conozca, quizá por el hecho de que no es muy difícil concluir, tras conocerlo, que una victoria de la Republica, en aquel  momento de la historia, no nos hubiera llevado ni a la democracia ni a la libertad, sino a una dictadura comunista controlada por Stalin. La guerra, siempre indeseable, evitable desde la honestidad, la moderación y el respeto, solo tenía un horizonte de totalitarismo y sangre; la ganara quien la ganara.

La prueba de este dato es que si tecleáis en google, poema a Rusia de Antonio Machado, aparece en segundo lugar la entrada que publiqué. ¿Cómo se explica que un humilde blog aparezca en segundo lugar si buscamos precisamente este poema? Curioso, ¿no? Curioso y significativo.

Aquí tenéis el poema y la entrada.


¡Oh Rusia, noble Rusia, santa Rusia,

cien veces noble y santa!

Desde que roto el báculo y el cetro,

empuñas el martillo y la guadaña,

en este promontorio de Occidente,

por estas tierras altas

erizadas de sierras, vastas liras

de piedra y sol, por sus llanuras pardas

y por sus campos verdes,

sus ríos hondos, sus marinas claras,

bajo la negra encina y el áureo limonero,

junto al clavel y la retama,

de monte a monte y río a río

¿oyes la voz de España?

Mientras la guerra truena

de mar a mar, ella te grita: ¡Hermana!

 

En el año 1937, el bueno de don Antonio Machado, a quien profeso profundo respeto y gran admiración, escribió en Valencia, este poema titulado A Rusia. Un grito de auxilio, en plena guerra, llamando a Rusia, a la Rusia de Stalin, uno de los mayores asesinos de la historia… Lo entiendo y lo disculpo.

Sí, entiendo y disculpo a Antonio Machado. Eran otros tiempos y había otras circunstancias históricas. ¿Oyes la voz de España?, dice. Y Rusia, o no la oyó, o la oyó pero no acudió a la llamada con la premura y contundencia suficientes como para cambiar el curso de la guerra.

Y ahora viene la pregunta. ¿Qué hubiese sucedido entonces? Nadie se atreve todavía, y ya ha pasado mucho tiempo, a responder con honestidad, más allá de prejuicios y viejos rencores, a esta pregunta. Más aún, nadie se atreve ni a formularla. Y hacerlo sería un sano ejercicio de historia contrafactual o alterna, que así se llama a este tipo de reflexión sobre la historia.

Pero yo estoy convencido de que, hasta que no seamos capaces de hacérnosla y de responderla sin miedo, sin complejos, no podremos crear un futuro de auténtico progreso. Es ésta una de las maneras de reconciliar las dos Españas, atreverse a hacer este ejercicio que a continuación voy tan sólo a esbozar.

Antes que nada hay que decir alto y claro, que lo que nunca debería haber sucedido fue el golpe militar que inició la contienda. Pero en segundo lugar, habría que admitir que, rotas las reglas del juego (hoy también hay quien quiere romperlas) el desenlace, fuera el que fuera, pasaba por un baño de sangre y por una dura posguerra. Una posguerra en solitario (los amigos de los vencedores de aquí, perdieron su guerra en el mundo), o una posguerra “ayudados” por Rusia.

Sabemos lo que pasó, una posguerra en solitario. No es muy difícil imaginar lo que hubiera pasado; y desde luego no hubiera sido la fiesta de la libertad una posguerra a la sombra de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, a la que tan ingenuamente imploraba ayuda Machado.

Y actualmente, esa ingenuidad, hoy pueril; esa falta de entendimiento de la historia vista ya con perspectiva; ese rencor de los vencidos transmitido como veneno de padres a hijos, impide una verdadera y necesaria reconciliación.

Reconciliación para la que habría que entender con la razón y aceptar con el corazón este planteamiento que ya he hecho. Que dado aquel momento histórico, ningún desenlace nos hubiera traído a corto y medio plazo, justicia, libertad y una paz como no fuera la del miedo de unos u otros. Y no justifico con esto los errores, los horrores, los abusos de los vencedores. Pero no caigo en la ingenua sandez de creer que un gobierno “amparado” por la Rusia de Stalin y con la II Guerra Mundial en marcha, hubiera convertido a España en el país de las maravillas de Alicia. ¿Qué posibilidades realmente teníamos de que aquellos años no hubieran sido oscuros, independientemente de quién ganara la guerra?

Y otra cuestión importante es que en ambos bandos hubo gentes honestas, buenas gentes, que lucharon y dieron la vida por un ideal en el que de verdad creían. Y nadie que lucha por lo que cree, hasta el punto de jugarse la vida y perderla, merece trato distinto por el hecho de salir vencedor o caer derrotado. Que después de una guerra no se entienda esto tiene un pase. Que más de 75 años después siga sin entenderse, es de vergüenza.

Asumir esto cabalmente cambiaría muchas actitudes, derribaría muchos muros, disolvería muchos prejuicios, tendería muchos puentes. Nos quitaría el peso de un pasado oscuro que no nos deja nunca acabar de levantar el vuelo.

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