Soy
consciente de que si empiezo escribiendo las palabras encíclica y Papa, más de
uno de los que me puedan estar leyendo cambiarán de tercio, es decir, apretarán
la tecla que les lleve a otra cosa. Si eres tú uno de esos, por favor no lo
hagas. Lee un poco más.
El día
3 de octubre de este doloroso año, el papa Francisco, junto a la tumba de san
Francisco, en Asís, nos dio la encíclica llamada Fratelli Tutti, Todos
hermanos. No es un “rollo de curas” ni un conjunto de elucubraciones místicas.
Desde el primer momento mete el dedo en la llaga, haciendo un análisis de
nuestro mundo profundo y certero, y denunciando con respeto, pero sin paños
calientes, toda nuestra miseria.
No he
leído aún mucho, pero por lo poco que he leído ya puedo decir lo que digo. No puedo
ni imaginar lo que pueda decir cuando acabe de leerla. Y durante todo este
tiempo iré compartiendo en el blog muchas de esas palabras llenas de luz que
sólo intentan salvarnos de nosotros mismos.
Porque
como dice casi al principio, "durante décadas parecía que el mundo había
aprendido de tantas guerras y fracasos y se dirigía lentamente hacia diversas
formas de integración… Pero la historia da muestras de estar volviendo atrás".
Urge
iluminar la realidad con esta luz que emana directamente del Evangelio y que
con esta encíclica el Papa pone en nuestras manos. Nos va la vida en ello,
aunque instalados en nuestras seguridades no nos lo parezca. ¿Pero de verdad
tan seguros estamos? ¿Se nos está olvidando ya la primera lección de la
pandemia que aún sufrimos?
Podéis
comprarla o verla en internet. Al final de esta entrada tenéis un enlace al
texto íntegro. Hoy acabo compartiendo los apartados 10 y 11 para que veáis con
qué claridad y sencillez se expresa. Y con que sabiduría. Los une bajo el
título de Sueños que se rompen en pedazos.
10.
Durante décadas parecía que el mundo había aprendido de tantas guerras y
fracasos y se dirigía lentamente hacia diversas formas de integración. Por
ejemplo, avanzó el sueño de una Europa unida, capaz de reconocer raíces comunes
y de alegrarse con la diversidad que la habita. Recordemos «la firme convicción
de los Padres fundadores de la Unión Europea, los cuales deseaban un futuro
basado en la capacidad de trabajar juntos para superar las divisiones,
favoreciendo la paz y la comunión entre todos los pueblos del continente. También
tomó fuerza el anhelo de una integración latinoamericana y comenzaron a darse
algunos pasos. En otros países y regiones hubo intentos de pacificación y
acercamientos que lograron frutos y otros que parecían promisorios.
11.
Pero la historia da muestras de estar volviendo atrás. Se encienden conflictos
anacrónicos que se consideraban superados, resurgen nacionalismos cerrados,
exasperados, resentidos y agresivos. En varios países una idea de la unidad del
pueblo y de la nación, penetrada por diversas ideologías, crea nuevas formas de
egoísmo y de pérdida del sentido social enmascaradas bajo una supuesta defensa
de los intereses nacionales. Lo que nos recuerda que «cada generación ha de
hacer suyas las luchas y los logros de las generaciones pasadas y llevarlas a
metas más altas aún. Es el camino. El bien, como también el amor, la justicia y
la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados
cada día. No es posible conformarse con lo que ya se ha conseguido en el pasado
e instalarse, y disfrutarlo como si esa situación nos llevara a desconocer que
todavía muchos hermanos nuestros sufren situaciones de injusticia que nos
reclaman a todos.
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