Evocando
este día otoñal el otoño en los Pirineos, sabiendo que, estando sólo a cinco
horas en coche, están ahora tan lejos, tan lejos…
Me encanta, y recuerdo que desde muy jovencito, el devenir de las estaciones. Me
gusta pensar en esa danza del sol y la tierra que hace que la naturaleza sea
como es. Los equinoccios y los solsticios son fechas que tengo presentes, y que
dejo que de algún modo marquen mi vida, como el cielo de cada día, las nubes,
la dirección del viento, y la temperatura. Eso me acerca a las montañas, aunque
esté lejos de ellas.
Es por esto por lo que admiro y gozo profundamente ese
regalo que todos los años, allá a principios de septiembre y hasta finales de
noviembre nos regala la vida. Los bosques preparándose para el invierno. Esa
sinfonía alucinante de colores; bien brillando al sol, bien envueltos en bruma
o bajo un cielo gris.
Hace mucho que vamos a Pirineos todos los otoños. Y
siempre es tan breve la visita... Este año no ha podido ser…
No hay comentarios:
Publicar un comentario