Este
acertado letrerito al inicio de un bonito PR, sendero de pequeño recorrido, me
ha dado la idea de compartir en el blog todo lo que en mis periplos por los
montes me suelo encontrar. No en todas partes, pero sí en las zonas más
concurridas; por ejemplo en la sierra Calderona o en algunos parajes de la
Serranía. Y lo voy a hacer ordenando los hallazgos por cantidad.
De lo
que más se ve son los famosos “klines”, o sea los pañuelitos que el personal
utiliza para sonarse, secarse el sudor, o “las gotitas” tras miccionar. Deben
pensar que son extremadamente biodegradables.
Muy
cerca de los “klines”, y a veces superándolos, están los tubitos, barritas y sobrecitos cuyo
contenido “esforzados deportistas” se meten en el cuerpo, no sé muy bien para
qué. Bombas de glucosa y demás pócimas "energetizantes" tan innecesarias como
peligrosas. Nadie puede pensar que estos envases sean fácilmente
biodegradables.
Y desde hace algún tiempo abundan también, símbolo inequívoco de la desgracia colectiva que estamos sufriendo, las mascarillas, muchas. En el suelo, en las aliagas, en los romeros…Imagino que son mascarillas perdidas por no guardarlas bien en la mochila o en los bolsillos. Imagino.
No son
raras tampoco las botellas de agua. Si contienen todavía el líquido elemento,
mientras no hiele porque entonces ya no será líquido, cabe pensar que las hayan
perdido; pero si están vacías, probablemente las habrán tirado, como las
botellitas más pequeñas de brebajes vigorizantes de esos que hay de muchos
colorines. No son raras tampoco estas botellitas.
También he visto, esto ya más de tarde en tarde, cámaras de rueda de bici entre los matorrales, incluso vi una colgada en un pino o modo de adorno navideño. Sin comentarios.
Lo que
he dicho hasta ahora es de lo más frecuente, pero de vez en cuando te
encuentras con curiosas sorpresas, como pantalones de deporte, camisetas o
vaqueros tirados a un lado del sendero o del camino, o enganchados en una rama.
Incluso calzoncillos y alguna que otra braga.
Pensar
en la historia escondida detrás de estos curiosos hallazgos en lugares donde
sólo se puede llegar andando o en bici, da para mucho. ¿Quién pierde los
pantalones o la ropa interior en medio del monte? ¿Y por qué? ¿Y cómo vuelve al
pueblo? En fin, misterios insondables, propios, eso sí, de la naturaleza
humana.
Pero
no quedaría esta entrada completa si hablara solo de la basuraleza que echan algunos de los que salen al monte. También hay que hablar de los que van a él en coche a
tirar toda suerte de objetos. No conocen aún los ecoparques.
Esta
especie de cerdos tiene una curiosa predilección por ramblas y barrancos.
Mesas, sillas, sofás, camas, tazas de wáter, armarios, maceteros chinos de esos
horribles, cables, hierros, lámparas, ropa… suelen decorar muchos puntos donde
las carreteras cruzan estos ecosistemas tan nuestros, tan importantes y tan
necesarios.
Lo que
sucede es que entiendo más el comportamiento de estos últimos cerdos, porque
suelen ser especímenes a los que el monte se la repantinfla, pero los que van a él a andar, a correr o en
bici, a esos no los entiendo por muchas vueltas que le dé. Y desde luego, si el tirar algo es un acto involuntario, despiste o descuido, a quien lo ha hecho no se le puede catalogar como espécimen porcino.
En
cualquier caso, despistes aparte, los otros dos son cerdos mondos y lirondos; extraño cruce entre ese
bicho del que nos comemos todo y la especie humana. Su lugar natural deberían
ser las pocilgas. Y punto.
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