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Cervantes en el Quijote.

sábado, 3 de marzo de 2018

La "inclusividad" excluyente.



Cuando ponen de moda una palabrita consiguen que acabe resultando estúpida, tanto en su forma como en su fondo. Al menos para mí. Hay muchas, pero una de las que nos viene castigando con más insistencia y menos sentido es la palabra “inclusividad”, que por cierto aún no está en el diccionario. Tendrá la RAE que darse prisa en incluirla si no se quiere ver excluida de la sociedad por los “inclusivistas” que suelen ser los más excluyentes.
Todo ha de ser inclusivo ahora. Absolutamente todo y ya. Y además por real decreto. Y debes asumirlo y defenderlo, so pena de que te tilden de pérfido fascista facineroso y retrógrado. Es decir, so pena de que los inclusivos te excluyan.
Y lo curioso del asunto es que la palabreja en cuestión ya no significa nada. Apareció con un significado que ha perdido en un tiempo record. Veamos ejemplos.
Resulta muy inclusivo el proceso independentista de Cataluña, dicen ellos, y hay quien se lo cree aun estando fuera del delirio en el que parte de la sociedad catalana se ha instalado.
Resulta muy inclusiva una ley de memoria histórica que excluye sistemáticamente "a los que no son de los míos, de los que perdimos la guerra". Como los otros eran los malos está justificado excluirlos.
Resulta muy inclusivo complicar cada vez más el acceso al centro de  las ciudades a los que tienen problemas de movilidad, o son dependientes, o simplemente no les sale de las narices ir en bici. Porque lo del transporte público no es tan accesible para todos como quieren vendernos.
Resulta muy inclusivo que los profesores no puedan sacar a los niños con dificultades, temporalmente, del aula, para atenderlos mejor. Así todo el mundo ve más clara su diversidad (otra palabreja), y se trabaja peor, pero lo dicho, eso es muy inclusivo.
Resulta muy inclusivo excluir casi totalmente el castellano de los colegios en las autonomías con lengua propia, complicando la vida a quienes por los motivos que sean han de ir de aquí para allá, y más si tienen hijos. Y privando además a miles de niños de una de las herramientas más ricas y eficaces que pueden tener, el conocimiento real y profundo del castellano.
Y más, hay muchas más “inclusividades”, pero valga esto como botón de muestra. Y como ejemplo de que esto es verdad, estoy seguro de que más de uno de los que lean esta entrada me excluirá ipso facto del bando de los progresistas, correctos políticamente y buenos de narices, y me incluirá en el de los reaccionarios perversos y retrógrados, como he dicho al principio. Y ahí está su “inclusividad” inclusiva y excluyente de los que no piensan como ahora es obligatorio pensar.
¿Qué es pues eso de la “inclusividad”? Pues no lo sé. Me huele a patraña políticamente correcta sin contenido alguno, pero muy útil para manipular al personal y hacerle creer que progresamos, que progresamos mucho… ¿Si? ¿Hacia dónde?
Y es que vamos en la dirección contraria de la que decimos que vamos. Ese es el problema. Por eso me irrita ese palabro. Porque es mentira y hace que mucha gente crea que es verdad. Acoger, integrar, incluir nada tiene que ver con eso que llaman "inclusividad".

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