Hoy he
vuelto a encontrarme con una de esas situaciones que me dan mucha rabia. Las
normas y reglas puestas para no cumplirse. ¿Veis el cartel y la señal? Creo que
está claro, dirección prohibida y sólo personal autorizado.
Pues
bien. Hoy he subido al pico del Buitre, en la sierra de Javalambre, por la senda que sale
del pueblo, y he bajado por esa carretera. He perdido la cuenta de la cantidad
de coches , y alguna que otra moto, que he visto circulando por ella en tan solo una hora larga.
Si yo
llego allí con mi coche y me encuentro con esas señales, no subo. Lo tengo
claro. Pero pasaría que vendría alguien pronto que subiría o bajaría. Pensaría
yo, estará autorizado; pero si me quedara solo un ratito, pronto me extrañaría que hubieran dado semejante cantidad de autorizaciones.
Y
llegaría a una conclusión a la que ya llegué hace muchos años: Jesús, eres
gilipollas. Si, gilipollas y tonto del culo, por respetar normas y reglas. Por
respetar la ley.
Y eso
es terrible, eso tiene consecuencias demoledoras en la sociedad que queda en
manos de listillos y “espabilaos” que encima se descojonan de ti, que vas de
legal. ¿O es que no hay que ir de legal? Entonces, ancha es Castilla, pero para
todo y para todos.
Yo no
sé quién es el responsable de que esas señales sigan ahí para que nadie les haga
caso, excepto los ciudadanos respetuosos, o sea los tontos, los lelos, los "pringaos".
Porque si es una carretera de libre acceso que quiten esas señales. Y si en verdad no lo es, que pongan la barrera, que está a un lado desmontada, o se pase por allí la Guardia Civil cortando la cresta a quienes se creen por encima de todo lo que no sea su propio y personal criterio. Lo que no tiene sentido es la situación actual.
Me diréis que el tema no es grave, que total pasa en una carreterita de un pequeño pueblo de Teruel, Arcos de las Salinas, para más datos. Y es verdad, eso no es grave, lo grave es que es muy significativo, porque es perfectamente extrapolable a miles de situaciones.
Situaciones
que quien las permite es responsable de erosionar uno de los fundamentos de
cualquier sociedad civilizada, el respeto a la autoridad y a la ley, castigando a quienes sí las respetan.
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