Así
amanecía en el monte esta mañana. Calor, el viento en absoluta calma, una
humedad extrema y el cielo bien cubierto de gruesas nubes bajas, lo convertían
en una sauna. Estando quieto, sudabas.
No he
podido evitar recordar otros amaneceres de verano, fríos, en los que la luz
dibuja poco a poco con absoluta nitidez los contornos de un mundo soberbio, y
el sol sale en un cielo intensamente azul.
Nostalgia
de otras tierras y otros tiempos.
Pero
como si hubiera captado mi sentimiento, para curar mi nostalgia, la montaña,
piadosa, me ha regalado un hermoso espectáculo. El sol, abriéndose paso entre
las nubes, dibujaba un paisaje brumoso en el que todo era silueta. También era
muy bonito.
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