Empezar
una excursión de noche cerrada, y andar a la luz de la linterna, o de la luna,
un buen rato, siempre me ha gustado.
A esas
horas el monte está muy vivo, y el silencio es a menudo roto por animalillos
que se esconden a tu paso. Y no suele haber nadie, ¡claro! Soledad.
En el
horizonte, tenues colores anuncian el nuevo día, mientras poco a poco, y de un
modo imperceptible, la luz va envolviéndolo todo. En el cielo se borran las
estrellas, quedando solo Venus, el lucero del alba, y a veces la luna.
De
este momento mágico es la foto que comparto en esta entrada. La luna en cuarto
creciente, Venus y el horizonte anunciado con un suave color malva, el nuevo
día.
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