Me he
tomado mi tiempo, pero lo que pensaba decir a propósito de la salida de España
del rey Juan Carlos, es lo mismo que después de ese tiempo voy a decir. El
terremoto mediático que se ha organizado no me ha aportado nada como para
cambiar mi planteamiento.
Empezaré
diciendo que tengo claro que ha sido un exilio y no una huida, y que
calificarlo de huida sólo cabe en mentes tendenciosas, incapaces de un análisis
de la realidad mínimamente serio y objetivo. Pero que saben muy bien a dónde van y qué quieren.
Yo
lamento el exilio del rey Juan Carlos; por tres motivos. El primero de índole
personal. El segundo, si miro atrás. El tercero, mirando adelante. Y los tres
me parecen importantes, y los tres me duelen.
Lo
primero que me vino a la memoria cuando me enteré fue una merienda con amigos,
interrumpida por unos tiros oídos en la radio. Luego, la búsqueda desesperada
de información en casa. Después, ver desde la ventana a los carros de combate
entrando por el puente de Ademuz; mi madre llorando, mi padre andando por la
casa como un león enjaulado; ambos vivieron la guerra. Y yo, “soldadito
español”, recién jurada bandera, de permiso en casa sin saber qué hacer.
Y
entonces apareció en la tele el Rey, con su uniforme de Capitán General de los
tres ejércitos, muy serio, ordenando el regreso de las tropas a los cuarteles,
y poniéndose del lado de la Constitución y la democracia.
Por
esto, aunque sólo sea por esto, siempre le estaré infinitamente agradecido y le
guardaré un profundo respeto.
En
segundo lugar, le tengo que agradecer su incalculable aportación a la
Transición. Fue capaz de dar estabilidad a un proceso complejo, en un país
complejo, a la vista está; capaz de curar muchas heridas y de quitar muchas
mordazas, pasos previos y necesarios para una reconciliación nacional que se
alcanzó durante años, permitiendo así un periodo de paz social y progreso como
nunca había habido en nuestra convulsa historia.
Por
esto también le estoy muy agradecido. Por ser el artífice, junto con otros, de
un sueño en el que muchos creímos y nos ilusionó, pero que desdichadamente ya
se están ocupando algunos, desde hace tiempo, de reventar.
Y el
tercer motivo de agradecimiento es el haber preparado para el futuro a su hijo
como Rey. Felipe VI, de todos los personajes públicos que hay en el mundo
político, me parece la persona más honesta, ecuánime y preparada que hay.
Lástima que nada pueda hacer, como no sea hablar, siempre con exquisito
respeto, y aguantar toda suerte de insultos, desprecios y descalificaciones,
simplemente por ser quien es. Lo han preparado
bien.
Y
pienso también que ha hecho bien en irse en este momento. Pero lo ha tenido que hacer por
la puerta de atrás, ¡qué pena! Uno de los mejores reyes que ha tenido España
parte a un exilio voluntario y pactado. Paradojas de la historia.
Sí, por todo esto, y pese a este final, no
puedo menos que estarle agradecido.
Pero
también estoy decepcionado y disgustado. No sé lo que de verdad habrá en todos
los asuntos sucios de los que se le acusa. A nadie se le escapa que a sus
errores, más o menos conscientes y deliberados, que no dudo que los haya, se le
une el ansia irrefrenable de acabar con la Monarquía de esa España que ni
olvida ni perdona, y que ve en la III República la panacea para todos los males
que nos afligen. Craso error, fruto de la incultura y el fanatismo.
Sí, me
decepciona y me disgusta el haber dado alas, con este triste final, a esta
España que ha aprovechado los años de libertad para sembrar en la
sombra, en los jóvenes, la semilla de una revancha que la Transición no
permitió.
Por
eso, si lo tuviera delante, y pudiera decirle unas palabras, le diría:
-Majestad,
de todo corazón, gracias.
-Juanito,
hijo, ¿Por qué? ¿Por qué lo has hecho?
COMO VES JESUS NO SOY DE AYER TODOS ESOS ACOTECIMIENTOS LOS VIVI COMO LOS VIVIMOS LA MYOROIA QUE QUERIAMOS Y PENSAMOS DE MOCRACIAY CONVIBENCIA Y EMOS SOÑADO ESTOS AÑOS QUE TRITE CUATRO PENDEJOS AN BRIENTOS ARTOS DE PAN COINCIDO EN TODO LO QUE DICES
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