Hace
algún tiempo, estábamos Isabel y yo
parados a un lado de la carretera del valle de Pineta, dentro del coche mirando
un mapa, cuando alguien tocó la ventanilla y se alejó por eso de la distancia
de seguridad, indicándonos que quería preguntarnos algo.
La
bajamos y nos dijo si por allí se iba al parador de “La Pineta”. Nos sorprendió
eso de “La Pineta”, porque nunca a nadie le he oído llamarlo así. También nos
sorprendió la sudada que llevaba, los ojos algo desorbitados y la prisa que
parecía tener.
Por
todo lo visto y el atuendo que llevaba, dedujimos que iba corriendo por eso de
correr (odio el palabro inglés, que me recuerda a los batracios, con el que se
autodenominan los corredores) y que era la primera vez que andaba por allí.
El
caso es que Isabel le dijo que sí, que siguiendo la carretera se llegaba al
parador de “La Pineta", pero para nuestra sorpresa, sin darle casi tiempo a
responderle, salió corriendo, como si hubiera visto al mismísimo Satanás en calzoncillos,
(espantosa visión donde la haya) por un camino lateral que allí había y que
desde luego no iba a donde él quería ir.
En
fin, ¡qué le vamos a hacer! De todo hay en el mundo. Y me parece bien si el
chico así se divierte. Lo que se me quedó en el pensamiento es que era el
prototipo de individuo que corre también por los senderos, atajando a diestro y
siniestro y reventándolos de mala manera.
Pero
la culpa no la tiene él del todo. Estaba claro que era nuevo allí. No era ni
montañés, ni montañero; era un deportista que probablemente no tiene ni la más
remota idea de qué es la montaña y de cómo moverse por ella. Alguien se lo
tendrá que decir. Pero nadie se lo dice.
En
todo un Parque Nacional no hay ni un miserable letrero que indique que no hay
que hacer atajos en los senderos, que los rompen, y además erosionan las
laderas. No lo hay, no señor.
Culpa
compartida. El uno por no ver más allá de lo que a él le divierte, siendo eso
el único criterio de su conducta; y los otros, por una inadmisible dejación de
funciones.
Mientras
tanto, actividades nada sostenibles, gravemente lesivas para el medio natural
que es la montaña, creciendo sin control. Y todos tan contentos.
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