Comparto
hoy la primera lectura de la misa de este domingo porque siempre me ha
parecido, aparte de muy poética, extraordinariamente profunda y a la vez clara
como el agua, acercándonos al misterio de Dios.
De
entre lo mucho que nos trasmite, a mí siempre me ha sorprendido y alegrado esa
brisa tenue, donde estaba Dios. Brisa tenue… Justo lo contrario de lo que
afanosamente buscamos los hombres. Pensamos en la tormenta, en el terremoto, en el
fuego; símbolos en el texto de la fuerza, del poder, que convertimos en espectáculo a cualquier precio para mostrar nuestra grandeza, y causar
admiración, temor, envidia, ¡quién sabe!
Y Dios, es brisa tenue…
En aquellos días, cuando Elías
llegó al Horeb, el monte de Dios, se metió en una cueva donde pasó la noche. El
Señor le dijo:
-«Sal y ponte de pie en el
monte ante el Señor. ¡El Señor va a pasar! »
Vino un huracán tan violento
que descuajaba los montes y hacía trizas las peñas delante del Señor; pero el
Señor no estaba en el viento. Después del viento, vino un terremoto; pero el
Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, vino un fuego; pero el
Señor no estaba en el fuego.
Después del fuego, se oyó una
brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y
se puso en pie a la entrada de la cueva.
1R 19,9a.11-13a.
No hay comentarios:
Publicar un comentario