Es
cierto que la historia tiene su propia dinámica, ante la que los actos
individuales tienen poca fuerza, pero también sucede que, en ocasiones,
decisiones de determinadas personas tienen consecuencias de dimensiones incalculables.
Pensaba
en dos personas que ellos solitos nos han llevado a una situación que hubiera
sido perfectamente evitable, y que ahora hemos de aguantar como mejor podamos.
Primero,
si el señor Rivera hubiera formado gobierno con el señor Sánchez las cosas
hubieran sido muy diferentes. Y no hablo sólo de que Sánchez duerma mejor o
peor a causa del “socio que se ha echao”.
Y en
segundo lugar, si el rey Juan Carlos no hubiera dado motivo de escándalo,
hubiera acabado sus días envuelto en el cariño y la gratitud de millones de
personas, y desde luego no le hubiera faltado para comer y para algo más que
comer.
La
conjunción de estas dos personas, cuyas actuaciones no comprendo, ponen al país en una situación que no es la
más deseable y más en los tiempos que corren. Añadir el estéril y peligroso
debate monarquía república, en estos momentos, al panorama que tenemos, entra en
lo irracional. Y desde luego es absolutamente irresponsable.
La
pandemia, con sus gravísimas consecuencias sanitarias, económicas, políticas y
sociales es ahora, y por mucho tiempo, el enemigo a batir, y no los republicanos
y los monárquicos, según donde nos situemos.
Quien
en ámbitos de poder reactive ahora este debate extendiéndolo a la sociedad, está
descalificándose como servidor público al mostrar su incapacidad de entender
los momentos de la historia, y evidenciar su absurda y peligrosa escala de
valores, escala donde el ciudadano y su bienestar no están desde luego donde
deberían.
Y esto
nos pasa, entre otras, por decisiones personales que, como ya he dicho, no
comprendo de ningún modo.
Es lo
que quería decir hoy.
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