FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Me gustan las "pelis" del oeste

Atardecer desde el Pico Hierbas en la Sierra de Chiva.
Como a mucha gente de mi generación, me gusta el cine del oeste. Sí, me gusta mucho, y haciendo memoria me gusta desde que era muy pequeñito, desde chiquitín. Me gusta el cine del oeste igual que me gustan los trenes. De hecho, muchas veces, salen juntos en el cine trenes y vaqueros.
Pasar una tarde parda y mustia de invierno, como diría Machado, ante una buena película del oeste es para mí un exquisito placer.
Hace ya algún tiempo me pregunté el por qué me siguen gustando tanto, ahora que la infancia va quedando tan lejos. No me costó mucho encontrar la respuesta.
Hay dos causas. La primera, aunque creo que no es la más importante, son los paisajes, los amplios horizontes, los crepúsculos, el pueblo o el rancho perdidos en medio de ninguna parte. Montañas nevadas, desiertos inmensos, bosques y ríos, la silueta del jinete contra el ocaso, el tren, el “saloon” con sus puertas de toda la vida, la oficina del sheriff… Disfruto dejándome envolver por este mítico y cinematográfico entorno.
La otra causa de mi afición, más profunda, menos romántica, creo que más importante, es que los buenos casi siempre ganan. Hay algunas en que no, pero pocas, y aún en éstas hay una victoria más allá de la aparente derrota. Además no hay relativismo, no hay confusión: el bueno es bueno y el malo es malo. Y el bueno gana, aunque le cueste la vida o, tras jugársela, se pierda, solitario, en el desierto sin esperar recompensa. Sin más. Sin palabras. El bueno gana.
Caciques pulcramente vestidos, matones de dos pistolas, autoridades corruptas… Y está tan claro quiénes son los malos… Y el bien, lo bueno, lo bello está tan bien delimitado, tan bien dibujado y se distingue con tanta claridad del mal, la injusticia, el horror…
Se me dirá: eso es maniqueísmo. Pues sí, y ¡qué pasa! El maniqueísmo, a veces puede ser terapéutico. Me quedo a gusto cuando matan al malo. Admiro y venero a quien enfrentándose, a veces solo, a todo y a todos, vence, y luego se va, se pierde en el horizonte sin fin.
No quiero matar a nadie, no. Ni a buenos, ni a malos, ni a “combinados”, como somos casi todos. Pero sí quiero, si quisiera, como “el chico” de una “peli” del oeste, desenmascarar al tramposo y demagogo, defender al débil del matón de turno, desmontarle el “cañaret” al corrupto. Y como el tramposo, el matón y el corrupto, después de todo también son hijos de Dios, trabajar, si ello es posible, para que dejen, que dejemos de hacer daño, para que un afortunado día, más allá de confusiones, relativismos y componendas, seamos capaces de enfrentarnos a esa parte oscura que al fin y al cabo todos llevamos dentro. Yo el primero.
Mientras tanto, la muerte cinematográfica del malo, me alegra y me relaja. Por fin “se lo han cepillao”. Sí; es la imagen virtual del triunfo del bien y la justicia.
Y como en las “pelis”, después, sin mirar atrás, cabalgar, cabalgar… vivir sabiendo que el poblado que dejamos atrás, ya es mejor que cuando un buen día, más o menos lejano, llegamos a él.

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