FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

A eso no he logrado acostumbrarme.


Me decía el papá, o quizá me decía la mamá, es igual, hay de todo, "es que él no tiene la culpa, es que a él le da vergüenza que los demás lo sepan, y sufre, y llora…y yo no puedo hacer nada".
Es así. Demasiadas veces es así. Demasiadas veces los niños sufren las decisiones de los adultos, y no las entienden, y quisieran entenderlas, y sienten vergüenza, no por ellos mismos, sino por lo que papá o mamá han hecho, o por lo que no han hecho y deberían haber hecho. Y quisieran que fuese un secreto…Como en un cuento, pero no es un cuento, no es un secreto.
Y es que los niños muchas veces se avergüenzan de lo que hacemos los adultos con nuestra vida, sobre todo porque no lo entienden y les afecta, y el no entender algo que afecta de algún modo a tu día a día por mucho que te devanes los sesos, es una de las más devastadoras experiencias que puede sufrir una persona tenga la edad que tenga. Lo sé por experiencia y no precisamente en el ámbito familiar, en mi caso.
Pero un adulto puede sobreponerse, por eso es adulto. ¿Y un niño? ¿Puede sobreponerse un niño a las demoledoras consecuencias de no poder entender por qué su vida es como es a causa de cómo viven la suya los adultos que lo rodean, particularmente sus padres? ¿Puede hacerlo?
Muchos niños pagan con su propia vida limpia, nueva, joven, las incoherencias, las frustraciones, la superficialidad, el egoísmo, las miserias inconfesables de sus padres, y esa limpieza, esa vida nueva, esa hermosa juventud se marchita demasiado pronto. Ése es el precio que pagan. El tener que sufrir la terrible injusticia a la que Dámaso Alonso se dirige, en un durísimo poema, con las siguientes palabras:

Tú empañas con tu mano
de húmeda noche los cristales tibios
donde al azul se asoma la niñez transparente, cuando apenas
era tierna la dicha, se estrenaba la luz,
y pones en la nítida mirada
la primer llama verde
de los turbios pantanos.

Busquemos las justificaciones que queramos. Las encontraremos. Para tranquilizar la conciencia, quien la tenga, todo vale, como en el amor y en la guerra, dicen. Las personas, cuando nos interesa, somos capaces de justificar las más abyectas conductas, las más absurdas decisiones, los más peregrinos pensamientos.
Pero hay un criterio que nos puede servir de guía cuando hay niños en juego. Ellos no han pedido existir y tienen derecho, ya que existen no por su voluntad, a vivir en un entorno que les conduzca a la plenitud y a la felicidad. Y ese entorno sólo puede ser el del respeto, el de la entrega, el de la renuncia a uno mismo por amor. 
Sé que esto es una generalización, y como toda generalización es inexacta y a menudo injusta, pero puede hacernos pensar. No es mi intención el juzgar a nadie, pues no soy quién para hacerlo y en cualquier caso me faltarían datos. Sí, son sólo palabras para hacernos pensar.
Palabras que son también un desahogo. Lo reconozco, y pido de antemano disculpas por si mi desahogo hiriere a alguien. Pero es que, después de más treinta años en esta profesión estoy tan, tan cansado de ver sufrir a los niños por nuestra culpa, tan cansado de callar lo que de verdad pienso porque, después de todo, para nada serviría decirlo, o incluso sería aún peor...
Hay muchas cosas a las que me he acostumbrado más o menos, cosas a las que nunca pensé que me acostumbraría, pero a ver sufrir a un niño porque su papá, su mamá…A eso no he logrado acostumbrarme. Me duele como el primer día.

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