Dice
la Biblia en el libro del Génesis:
—¿Dónde está tu hermano Abel?
Y Caín contestó:
—No lo sé. ¿Soy yo el guardián
de mi hermano?
El Señor le dijo:
—¿Qué has hecho? La sangre de
tu hermano me está gritando desde la tierra.
Dice
el artículo 3 de la Declaración Universal de Derechos Humanos:
Todo individuo tiene derecho a
la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.
Está
claro, ¿no? Me gustaría poder entender qué extraños mecanismos mentales, por
qué extraños vericuetos del intelecto se puede llegar a justificar el asesinato
y a quedarse, encima, con la conciencia tranquila, e incluso sintiéndose algo así
como un héroe, un luchador, un defensor de alguna dignísima causa.
De
verdad que no lo entiendo. Pienso que pueden ayudarnos a entenderlo psiquiatras,
antropólogos, sociólogos…Y yo no soy psiquiatra, ni antropólogo, ni sociólogo. Soy un ciudadano normal y corriente que, como
millones de otros ciudadanos, sufre, se indigna, se irrita con el “paseo
triunfal” que estos días se está dando por Europa alguien cuyo nombre no quiero ni escribir en mi blog. Pero no lo entiende.
Y me
asusta mucho que haya gente que se haga fotos con él, sonriente y orgullosa. Y
que haya políticos nuestros que le manifiesten su apoyo con abstenciones
irritantes o, lo que es peor, con adhesiones que ofenden no sólo a los
familiares y amigos de sus víctimas, sino a cualquier persona bien nacida. Y me
confunde el que haya gente que vote a esos políticos. Y me indigna, y mucho, la
cobertura informativa que se le da a este señor, como a otros de su misma
cuerda. Merecen el vacío informativo, el olvido mediático. Quizás los
periodistas deberían anteponer el derecho a la vida y a la libertad, al derecho
a la información. Hay quien no merece ni una mala foto, ni un mísero
comentario.
El
derecho a la vida es sagrado, como la libertad. Matar a más de 800 personas, en
un país democrático, inventándose una guerra que nunca ha existido, para legitimar
la barbarie, es una aberración monstruosa y totalmente injustificable.
Y
politizar este tema, sacar provecho político del dolor, del horror, de la
muerte de hombres, mujeres y niños, una infamia también injustificable.
¡Que
no hablen de democracia, de libertad, de justicia social, de derechos humanos,
de ayudar a la gente, quienes callan o incluso defienden a asesinos! Quienes no
sean capaces de llamar al pan, pan y al vino, vino y decirles a la cara: ¿Qué habéis hecho? La sangre de vuestros hermanos nos está gritando desde la
tierra". Gritándole a Dios, sí, pero a nosotros también. A mí también.
Mi
solidaridad con los familiares y amigos de todos los que fueron asesinados. Mi
respeto más profundo al dolor que estarán sufriendo estos días cada que vez que
les lleguen esas noticias que nunca deberían haberse producido.
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