Mal
empezamos y mal acabamos. Los insultos, las descalificaciones, los frentes-anti-quien-no-es-de-los-míos,
ya anunciaban que nuestros políticos no serían capaces de gestionar la voluntad
de los ciudadanos manifestada en las urnas. La verdad es que, con los
antecedentes que teníamos, no me sorprende que tengamos que volver a votar. No
me sorprende pero me irrita, me cabrea, me indigna mucho más de lo que se
imaginan los responsables de la “repetición de la jugada”.
Y
llego a dos conclusiones. La primera es que por pura lógica, y si tuvieran las
más mínima vergüenza, deberían dimitir todos los líderes actuales, ya que han
mostrado su absoluta incapacidad para negociar. Y si no han sabido negociar,
¿cómo van a gobernar? La segunda es que no hace falta ninguna campaña
electoral. La campaña ya la han hecho. Todos la hemos visto. ¿Qué de nuevo nos
van decir si además son los mismos?
¿Y por
qué ha pasado esto? Pienso que por dos motivos. Uno de ellos, por lo que yo
llamo corrupción ideológica. España es un país corrupto ideológicamente por su
incapacidad de superar la Guerra Civil, lo que impide a mucha gente analizar la
realidad de modo objetivo, sin prejuicios y actuar como consecuencia en clave
de futuro y no de pasado. Esto se ha visto muy claro en la “pasada campaña
electoral”, la que acabará con la disolución del parlamento el próximo tres de
mayo.
Y el
otro por la incoherente y absurda actitud que subyace a la creación de “frentes
anti…” lo que impide cualquier posibilidad de diálogo y de acuerdo. Es paradójico
que precisamente los políticos que tanto suelen hablar de crear una sociedad
inclusiva, excluyan por sistema y de entrada a partidos rivales, olvidando que
detrás de los partidos, de todos, está la adhesión de los ciudadanos a lo que
un partido es y representa. ¿Es tan difícil entender que un pacto antiPP es un
pacto contra los ciudadanos que le han votado? Como si el pacto es antiPSOE o
antiporrasfritas. ¿Es tan difícil de entender que a nada bueno podemos llegar
excluyendo de entrada a millones de ciudadanos, o a cientos de miles, me da
igual?
Pues
eso. Empezamos mal y mal acabamos. Líderes nuevos, capaces de gestionar lo que
volvamos a decir los ciudadanos y, en este caso, los que no digan nada ya
habrán dicho mucho. Líderes limpios de corrupción ideológica,
libres para poder crear una sociedad inclusiva donde todos tengan
cabida. Líderes leales con las reglas del juego, dispuestos a cambiarlas si
es menester, no a romperlas en nombre de la libertad (¿de quién?) y del progreso
(¿hacia dónde?).
Eso es
lo que nos hace falta. Y seguro que en todos los partidos, y subrayo en todos,
hay personas capaces de serlo. Pero imagino que precisamente por su alta capacidad de gestión, por su
falta de prejuicios y obsesiones, por su respeto a las reglas del juego y a los
derechos humanos (la vida es el primero de ellos), los tienen arrinconados.
Lo
dicho, mal empezamos y mal acabamos.
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