Escribía
yo el dos de mayo de este año, a propósito de la victoria en Francia de Macron,
una entrada titulada, tendrían que hacérselo ver. Hoy, a raíz de la victoria de
Meloni en Italia, y el revuelo que eso ha provocado entre los que se
autodenominan de izquierdas, demócratas y progresistas, he releído aquella
entrada que reproduzco tal cual, porque el problema está, como en ella digo, en
que son ellos precisamente los responsables de lo que está sucediendo.
De
aquellas aguas vienen estos lodos.
Se ha oído mucho hablar del alivio en la Unión Europea por la victoria de Macron frente a Le Pen. A raíz de esto voy a compartir una reflexión utilizando, para entendernos mejor, el paradigma derechas e izquierdas, paradigma que considero falso porque no explica la realidad actual y solo sirve para manipular a la gente. Y que es, además, el quid de la cuestión que voy a tratar.
Empezaré diciendo que, en cualquier caso, las llamadas izquierdas “tendrían que hacérselo ver”. Creo que son las responsables de que millones de ciudadanos en toda Europa acaben votando a estos partidos, no hace demasiado tiempo, minoritarios, y que llaman ultraderecha.
Su
falta de un análisis riguroso y serio de la realidad, les han llevado a un
discurso repetitivo, lleno de prejuicios, ofensivo como defensa ante la falta
de argumentos objetivos, y tremendamente excluyente. Además han utilizado sin
pudor la educación y los medios de comunicación como herramientas de
manipulación de la sociedad, y con notable éxito. Y de esto hay gente que no se
da cuenta, pero otros muchos, sí.
Hoy en
día hay muy pocos nazis, como hay muy pocos fascistas en Europa. Y el argumento
¡que vienen los fachas! solo se lo creen los que, ya adoctrinados, ven gigantes
en vez de molinos. Aceptan como un credo indiscutible los tópicos que, si un
día no fueron tales porque eran realidades ciertas, ahora ya no son más que
eso, tópicos.
Lo que
sí hay son personas cansadas de que les manipulen, de que les digan qué hay que
pensar, qué deben hacer y hasta cómo deben hablar, y de que les excluyan si se
atreven a manifestar su forma de pensar, actuar y expresarse por ser distinta a
la oficial. Y mucha de esta gente acaba votando a estos partidos que se supone
deben darnos miedo.
Porque
puestos a dar miedo, también dan miedo los partidos del otro lado. Tanto unos
como otros se enrocan en eso de las derechas y las izquierdas, radicalizándose
en busca de su identidad, y fortaleciendo así una visión de la realidad social
peligrosamente falsa y mutuamente excluyente.
Hay
que dar un paso adelante, lo que significaría progresar de verdad, y atreverse
a analizar la realidad sin prejuicios, e identificar el pensamiento, los deseos
y las necesidades de la inmensa mayoría de los europeos. Descubriríamos que no
son tan diferentes la gran mayoría de los votantes, lo hagan a las izquierdas o
a las derechas. Y descubriríamos también que lo que les hace decidirse por un
lado o el otro, no son más que elementos emocionales cultivados por la
constante manipulación, y prejuicios heredados. Más allá de esto, estarían de acuerdo.
Pero
si nos empecinamos, y ese es el gran error de la izquierda, en seguir siendo
muy izquierda frente una derecha que debe seguir siendo, para que el montaje se
mantenga, fascista o incluso nazi, lo único que lograremos es lo que ya está
pasando, la radicalización del voto y la consiguiente fractura social. Y ese
puede ser el fin de la Europa que conocemos, cimentada sobre el encuentro entre
los grandes partidos moderados. Buscarse entre ellos en vez abrazarse a los
extremos respectivos, disolviendo así la mentira de derechas e izquierdas, es
el camino.
Por
todo esto digo que las llamadas izquierdas “tenían que hacérselo ver”, y en vez
de una búsqueda incesante, y a veces patética, de elementos que las distingan
de lo que llaman derechas, analizar qué piensan, qué sienten, que quieren todos
aquellos que, por no pasar por su aro, quedan etiquetados bajo la bandera de
las derechas y el nombre de fascistas; y excluidos del llamado progreso que
consideran patrimonio exclusivo suyo, y que además nadie sabe muy bien qué
diablos es.
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