Salí
muy temprano, con las primeras luces del alba, en medio de una densa niebla. Mi
objetivo y mi esperanza era salir por encima de las nubes en el momento del
amanecer.
Hacía
frío y la humedad reinante pronto me empapó la ropa. Además soplaba un vientecillo
del noroeste bastante molesto. No se estaba bien en la montaña aquella mañana.
La
primera cima a la que llegué seguía envuelta en niebla. La segunda, más alta,
también. Y en la tercera tampoco se veía nada. Niebla, viento y frío. Así que,
un poco decepcionado, me dispuse a regresar; no tenía tiempo para seguir por la
cresta que en algún momento emergería sobre las nubes…
Y
entonces sucedió.
Sentí
una súbita claridad por el este y vi como el sol, muy bajo, pugnaba por hacerse
sitio aquella mañana en la montaña. Y me dije, va a aparecer, va aparecer. Sabía
que se estaban dando las circunstancias para que apareciera. Sería la cuarta
vez que lo veía en mi vida, y siempre es toda una experiencia.
Miré
al oeste y allí estaba, el espectro de Brocken.
Era la
vez que más claro y perfecto lo veía. Fue fugaz la aparición, pero me dio
tiempo a fotografiarlo mientras gozaba el momento intensamente. Gozo que llegó al
éxtasis cuando repentinamente la aparición se disolvió y me vi en la cima bajo
el cielo azul, sobre un inmenso mar de nubes fluyendo a mis pies, deslizándose
de poniente a levante.
Hasta
aquí la narración de un momento mágico. Ahora la explicación científica, porque
el espectro de Brocken no es un fantasma ni un mensaje del Más Allá, es un
efecto óptico que se produce en montaña, especialmente en alta montaña.
Es raro
de ver porque tienen que coincidir varios factores para que se produzca. El sol
debe estar muy bajo, al amanecer o al atardecer y en una posición concreta
respecto al observador; debe haber niebla, ni mucha ni poca; debe haber
montañas o nubes que hagan de pantalla; y debe estar el montañero en una cima o
cresta. Sí, varios “debe” que cuando coinciden regalan al afortunado que estaba
allí y en aquel momento ese espectáculo ciertamente impresionante.
Fue
dura la ascensión aquel día, pero qué gran recompensa cuando ya creía que no
iba a ver más que niebla y más niebla. Se hizo la luz. El espectro de Brocken,
el mar de nubes a mis pies, las montañas surgiendo sobre él, el sol, y el cielo
azul.
Pensé
si no es así la vida después de todo, aunque nos cueste creer que algún día se
disipará la niebla. Pensé si toda aquella arrolladora belleza, en verdad sí que
es un mensaje del Más Allá.
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