No es
la primera vez que lo digo, pero es que creo que hay que decirlo, y bien alto.
La alianza del Gobierno con la Pandemia es intolerable. Es la forma de hacer
política más rastrera y peligrosa que puede concebirse. Y si no estuviéramos
sometidos a una brutal manipulación, en las próximas elecciones debería notarse
de un modo contundente.
No
hablo del contenido de las leyes y reformas que, por aritmética parlamentaria,
están aprobando y acometiendo, sino del hecho de hacerlo sin ningún tipo de
consenso, sabiendo que una parte muy importante de la población no está en
absoluto de acuerdo con esos contenidos.
Pero
esto, siendo grave, por ser una adulteración de la democracia, no es lo
gravísimo que resulta el hecho de que lo estén haciendo utilizando la pandemia,
manejando, con infame maestría, las necesarias restricciones y el miedo.
Aprovechándose para sus fines del sufrimiento, el dolor y la muerte.
Sin
derecho real de reunión y manifestación, y con el miedo en el cuerpo por la
enfermedad, estamos indefensos ante los
continuos atropellos de los que estamos siendo objeto millones de ciudadanos.
No
digo que haya que parar la actividad política, no. Digo que en estas
circunstancias el diálogo y el consenso son más necesarios que nunca. Y si no
son capaces de alcanzarlo, déjese el asunto para más tarde, cuando podamos
volver a disfrutar de nuestros derechos y nuestras libertades, y no tengamos
miedo de salir a la calle, de reunirnos horas y horas a cara descubierta.
La ley
de educación, la de la eutanasia, la reforma del poder judicial, la gestión de
los independentismos… Estos temas cruciales para un país, no pueden afrontarse
sin consenso, por las bravas, teniendo, gracias a la pandemia, maniatados y
amordazados a todos los que piensan diferente.
No, no
es ese el camino. Y me consta que esto que estoy diciendo lo piensan también
muchos votantes socialistas. Porque no es cuestión de qué, sino de cómo y
cuándo.
Y el
cómo no es como debe ser, y el cuándo menos todavía. Deben tener muy claro que
el fin justifica los medios. El fin no sé muy bien cuál es, prefiero no
pensarlo, pero a los medios sólo se les puede calificar de una forma, abyectos.
Quiero
acabar estas líneas citando una vez más la encíclica del Papa. Lo dice a nivel
mundial, pero es también perfectamente aplicable a España.
16. En
esta pugna de intereses que nos enfrenta a todos contra todos, donde vencer
pasa a ser sinónimo de destruir, ¿cómo es posible levantar la cabeza para
reconocer al vecino o para ponerse al lado del que está caído en el camino? Un
proyecto con grandes objetivos para el desarrollo de toda la humanidad hoy
suena a delirio. Aumentan las distancias entre nosotros, y la marcha dura y
lenta hacia un mundo unido y más justo sufre un nuevo y drástico retroceso.
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