Hay
lugares que me resultan plácidos, amables, que me hacen sentir paz. Uno de
ellos es un roquedo que emerge entre los pinos y desde el que se ve el
monasterio franciscano de Santo Espíritu, en la sierra Calderona.
Sentarse
allí una tarde, escuchando el silencio vivo del monte y las campanas marcando
el paso tranquilo del tiempo y los momentos de oración, es toda una experiencia
que reconforta y reconstruye.
A
menudo me he acordado allí del hermoso poema de Fray Luis de León que empieza
así:
¡Qué
descansada vida
la del
que huye del mundanal ruïdo,
y
sigue la escondida
senda,
por donde han ido
los
pocos sabios que en el mundo han sido;…*
*Otra
referencia a este poema en el blog, está publicada el 16 de julio de 2013 con el
título, Oda a la vida retirada, de Fray Luis de León.
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