¿No es absurdo, incoherente, ridículo y patético este cartelito? |
El
circo delirante y desquiciado que alrededor de la muerte de Maradona se ha
montado, me ha hecho pensar en uno de los fenómenos sociales más peligrosos que
existen, el endiosamiento de determinadas personas y su posterior adoración por
las multitudes.
Esto
es demasiado frecuente en algunos ámbitos. En la política, el deporte y la
música es fácil de ver. En el primer caso se les suele llamar líderes
carismáticos, y en el segundo y tercero, ídolos, sin recato alguno. Y al
hilo de esto he recordado la insistencia en el Antiguo Testamento, de Dios,
recordando una y mil veces que hay un solo Dios, y ese Dios es Él. Hoy mismo
leía el texto de Isaías que dice: Declarad,
aducid pruebas, que
deliberen juntos: ¿Quién
anunció esto desde antiguo, quién
lo predijo desde entonces? ¿No
fui yo, el Señor? -No
hay otro Dios fuera de mí-.
Yo soy
un Dios justo y salvador, y no
hay ninguno más.
Volveos
hacia mí para salvaros, confines
de la tierra, pues
yo soy Dios, y no hay otro. Desde
una primera lectura puede parecer, a ojos humanos, al margen de la fe, que un
Dios que habla así debe ser alguien, en el que caso de que exista, ególatra
hasta el límite de la egolatría. Pero este análisis es simple y superficial. Yo lo
veo de otra manera. Dios sabe perfectamente, porque conoce el corazón del
hombre, que cuando convertimos en dios a un hombre, y lo adoramos (hay mil
formas de adoración) lo destruimos como persona y le otorgamos el poder de destruirnos. Por
eso insiste a lo largo de todo el Antiguo Testamento y luego del Nuevo, que hay
un solo Dios, y es Él. Un Dios que es amor y que como acto supremo de adoración
pide que nos amemos entre nosotros. Y eso construye, construye al hombre nuevo. Maradona,
destruido como persona, ha hecho también mucho daño a su alrededor y seguirá haciéndolo.
Por muy buen futbolista que fuera, que lo fue, la trayectoria de su vida causa
una infinita tristeza. Porque no era un dios, era un hombre, un pobre hombre. |
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