Hace
muy poco comentaba en una entrada titulada, El descarte ya está hecho, la
barbaridad que suponía, cara a estas Navidades, suavizar las restricciones. Esa
posibilidad me preocupaba mucho.
Por
eso, recibí ayer con alivio las medidas del Gobierno Valenciano endureciendo
las restricciones. El hecho de que esta última semana la Comunidad sea la que
está peor de toda España, sin duda ha ayudado a tomar estas medidas. Pero es
que, aunque hubiéramos estado mejor que nadie, pienso que habría que haberlas
tomado igual. Hubiera sido prevenir. Esto es curar y prevenir también. Gracias,
señor Puig.
Ahora
lo que hace falta es que ante esta decisión valiente y necesaria de las
autoridades haya una respuesta responsable de la ciudadanía. Eso supone cumplir
las restricciones, y denunciar a quien no las cumpla; sin miedo. Es lo
correcto. Ser un “chivato” ahora, salva vidas.
Van a
ser unas Navidades tristes, por mucho que miremos a otro lado, por mucho que
las disfracemos con luces, adornos y palabras emotivas y hasta melifluas.
Muchas distancias serán más grandes, muchas soledades más hondas, muchos vacíos
más vacíos todavía de lo que ya eran.
Pero
este es el momento de la historia que nos ha tocado vivir, y lo único que
podemos hacer es vivirlo con la mayor dignidad posible, y si somos creyentes, refugiándonos
a la sombra del Altísimo, mientras pasa la calamidad, como dice el salmo 56.
Refugiándonos
en un niño envuelto en pañales.
NOTA: Por cierto, lo que no entiendo, tal como están las cosas, es por qué no cierran los colegios ya; total quedan dos días antes de las vacaciones.
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