Me
estoy haciendo mayor, bueno ya lo soy, quiero decir ancianuelo, vejete, y miro
mucho atrás; porque en estos tiempos mirar adelante es intentar atisbar algo en
una niebla impenetrable; y sé lo que es eso, por eso lo digo.
Pues
bien, en esa mirada al pasado estoy descubriendo verdaderas y curiosas joyitas
que permanecían olvidadas. Y muchas me están dando que pensar, como este
librito que me entregaron cuando hice la mili, publicado el año 1975, y cuyo
índice y portada reproduzco.
Lo he
ojeado (de mirarlo con los ojos) y hojeado (de pasar las hojas), y me he dado
cuenta de que no hay nada nuevo bajo el sol. Y que, exceptuando algunas
cuestiones específicamente castrenses, es perfectamente válido hoy día.
También
he recordado mi mili, de la que puedo decir que, golpe de estado aparte,
disfrute de unas relaciones con los compañeros excelentes, y de un trato por
parte de los mandos exquisito. Especial mención hago a mi sargento, el sargento
Fuentetaja, que nos trato siempre a mis compañeros y a mí con un grandísimo respeto y
un alto nivel de exigencia, extremos estos para nada incompatibles.
Ya sé
que no es políticamente correcto decir esto en estos tiempos, como la entrada
entera, pero me da igual, o sea, me la repantinfla.
Bien,
voy a compartir, como interesante curiosidad, el principio del librito que
habla de qué es la educación referida a las personas, al ser o no educado. Dice
así:
La
educación es algo muy simple, derivado principalmente de los buenos
sentimientos; todo aquello que es sencillo, natural, espontáneo, orientado al
respeto al prójimo, es suficiente para la vida en común; se basa en el
convencimiento del respeto a la dignidad del hombre y a su personalidad.
Su
fundamento reside en tres reglas muy sencillas:
-No
hagas a otros lo que a ti te desagradaría que te hiciesen.
-Compórtate
en presencia de los demás como desearías que los demás se comportasen delante
de ti.
-Compórtate
cuando estés solo, del mismo modo que lo harías en presencia de otros.
Este
último punto es muy importante, porque precisamente en el convencimiento
consiste la verdadera educación; es decir, una cosa fea no debe ser hecha, ya
que lo es en sí misma, y no porque pueda dar motivos de crítica.
¿Qué
os parece? Clarito y cierto. Y no nos hacen falta una legión de políticos, pedagogos,
psicólogos y astrofísicos de la NASA, usando todos palabros extraños y
modernísimos, para decirnos qué es una persona educada y por qué ha de serlo.
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